Kevin Spacey y Netflix
reaccionan ante las acusacinoes de acoso
EDUARDO FERNÁNDEZ
Suspendido el rodaje de la
sexta temporada de 'House of Cards'
Spacey, acusado de acosar a
Anthony Rapp cuando éste tenía 14 años
Kevin Spacey: "Siempre
he sido políticamente activo"
Kevin Spacey no acostumbra
a responder sobre política, aunque esté considerado un prominente demócrata y
protagonice sesiones fotográficas por Washington con Pete Souza, el retratista oficioso
de Barack Obama. Tampoco quiere pronunciarse sobre Donald Trump, claro, el
reverso real para su serie en esta era de la imagen. No emite lo que él
entiende como juicios de valor a propósito de los personajes que interpreta,
una labor que, opina, le corresponde únicamente al espectador. Igualmente, no
tiene palabra que decir sobre su propia vida privada y menos aún sobre la
sexual, actitud asumible cuando se le interroga por su carrera profesional. Hay
reporteros que prueban a replantear sus preguntas, sin éxito; otros no son
capaces de encajar los drásticos giros de conversación del actor, sin
contemplaciones. ¿Acaso no basta con encarnar a Frank Underwood en semejante
estado de gracia? ¿Por qué ceder al torrencial flujo de la comunicación del siglo
XXI?La tesis valía... hasta ahora. Spacey afronta acusaciones de acoso sobre el
actor Anthony Rapp, cuando éste contaba con 14 años, y ha optado por canalizar
esas disculpas hacia su homosexualidad, durante años rumoreada en el sector
aunque, por supuesto, tabú a la hora de entrevistarlo. Si Spacey ha intentado
neutralizar las críticas recolocando el foco sobre otro tema, Netflix habría
hecho lo propio clausurando House of Cards, estrategia de comunicación
improvisada pero firme, como si de una campaña política del propio Frank
Underwood se tratara.
Netflix admite que la serie toca a su fin. De hecho, los
Emmy privarán al actor del galardón honorífico que pensaban otorgarle este año.
Se paraliza además el rodaje en Baltimore de la sexta temporada, prevista para
su emisión en 2018, a la espera de que amaine la tormenta. Aunque Spacey -como
Robin Wright- ostente la categoría de productor ejecutivo, la última palabra la
tiene la plataforma. Hela aquí: el castillo de naipes se desmorona. La escalada
de tensión narrativa parecía no encontrar techo, a riesgo de despeñarse desde
lo más alto hasta el terreno de la parodia. Empujar a las vías del metro a una
periodista, tratar al homólogo ruso con la misma confianza con la que uno se
dirigiría a su cuñado, abocar al país a una guerra mundial con tal de mantener
las posaderas en el Despacho Oval... Por desquiciada que se muestre la
actualidad política de EEUU -y tantas otras-, las maldades de Underwood
empezaban a rebasar todo límite, incluso el de una serie de ficción dramática.
Al monstruo lo habían alimentado, entre otros, Bill Clinton. Informal y
jocosamente, éste le había comentado a Spacey: "El 99% de lo que haces es
real. El 1% en el que fallas es en que una ley de educación nunca podría
aprobarse tan rápido". Pero la realidad, la de Spacey en concreto, sí
habría rebasado los topes; de fondo, la utilización de una posición de
poder. David Fincher, impulsor del proyecto, lidera otra serie en Netflix,
Mindhunter. El creador de House of Cards, Beau Willimon, trabaja ya en una
producción para Hulu, rival directo de esa compañía en EEUU. House of Cards se
resigna, preparada para finiquitar el mandato de Underwood, aunque el político
se aferre al reposabrazos.
http://www.elmundo.es/television/2017/11/01/59f8d579e2704ed7418b4631.html
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