Teatro Real. domingo 5 de noviembre, 2017
Según anuncia el Teatro Real y no vamos a repetir por la premura de contar lo visto, escuchado y sentido, lo que amablemente nos proporciona la reseña de un bien elaborado programa de mano, firmado por Fernando Fraga: "Dos son las voces que se
encontrarán en este nuevo concierto del Teatro Real: la soprano Patrizia Ciofi
y la contralto Marie-Nicole Lemieux, acompañadas por la Orquesta Titular del
Teatro Real bajo la coordinación y dirección musical de Giuliano Carella.
Con la hermosa combinación
de estas dos tesituras escuchamos algunos de los dúos más célebres de óperas
como Semiramide o Tancredi, sin perder la oportunidad de disfrutar por separado
a dos cantantes muy distintas, pero a las que une, por otro lado, una personalidad
vital y arrebatadora, no exenta de cierta espontaneidad".
Obras de Gioacchino
Rossini (1792-1868): Arias y dúos de Tancredi, Semiramide y otros.
Patrizia Ciofi, soprano
Marie-Nicole Lemieux,
mezzosoprano
Giuliano Carella, director
de orquesta
Orquesta Titular del Teatro
Real
(Orquesta Sinfónica de
Madrid)
Voces del Real
Obertura – Tancredi
Dúo – «Oh qual
scegliesti...L'aura che intorno spiri...Quale per me funesto...Quando, oh ciel»
de Tancredi
Marie-Nicole Lemieux – «O
patria… di tanti palpiti» de Tancredi
Patrizia Ciofi – «Di mia
vita infelice...No, che il morir» de Tancredi
Dúo – «(Fiero
incontro!)...Lasciami: non t'ascolto...Ah! come mai quell'anima cangiò... Si,
tu sol, crudel» de Tancredi
DESCANSO
PARTE II
Obertura – La gazza ladra
Patrizia Ciofi – «Sombre
forêt» de Guillaume Tell
Marie-Nicole Lemieux –
«Cruda sorte» de L'italiana in Algeri
Patrizia Ciofi – «D’amore
al dolce impero» de Armida
Marie-Nicole Lemieux –
«Mura Felici» de La donna del lago
Dúo - «Serbami ognor si
fido» de Semiramide
y dos propinas, la última un maravilloso concierto o desconcierto, según se mire, de gatas (¡miau!) aderezado con la gracia y la picardía que, muy a menudo, Lemieux imprime a sus prestaciones. Ciofi la sigue, aunque no se sabe quién tira de quién en este excelente dúo que se ha conseguido plasmar en un disco, que firmaban las cantantes (habrán terminado de hacerlo casi ahora mismo, en tiempo real) después del concierto.
Lo consiguieron, la orquesta con los músicos seguramente exhaustos, a fuerza de pasearse entre la Favorite, la Carmen y este recital, en poquísimos plazos de tiempo, ensayo y performances.
Una Ciofi con una veladura muy bien manejada, seguramente ocasionada por un malhadado catarro pre-invernal o la sequedad ambiental de la capital de España, defendió con excelencia sus diferentes roles, apoyada en una Lemieux, que, gallardamente la acompaña en una singladura gozosa.
El maestro al mando, el milanés Giuliano Carella tiene mano de seda para concertar, no solo a los músicos (muy bien las cuerdas y el concertino, vibrante y a tono la percusión), sino que está continuamente pendiente de la labor de la soprano y la contralto, enhebrando un trío que sella momentos de verdad bellos y conmovedores. Impactante el crescendo de la obertura de La Gazza ladra.
Rossini es un mago que atrae y encandila pero que tiene muchos riesgos. Sus aguas no son lagos tranquilas. Tiene unas cargas sonoras y vocales de profundidad que no son para cualquiera. Es de todas todas necesario, una técnica segura, el conocimiento de la partitura, pero no basta con leerla o cantarla, también hay que interpretarla.
Algunos críticos, pocos, lápiz en mano seguro encontrarán algo qué decir de la velada, pero, siempre lo recuerdo, la perfección es fría y poco compasiva y de ahí no se crea nada. Se termina en sí misma.
Sobraron algunas entradas de platea (y las más caras), pero el resto de la sala estaba llena y al fin se dejó arrastrar por el torbellino vocal y orquestal que fabricó una atmósfera envolvente y oceánica, como diría Pablo Neruda.
Con una exigencia tremenda, en el universo del canto de la actualidad, los profesionales pueden cantar de oficio (como tantos lo hacen, ese y otros trabajos) o pueden dar lo mejor de sí mismos. Patricia Ciofi, Marie-Nicole Lemieux y su rendido maestro, Giuliano Carella lo hicieron. Y se notó. Y esa entrega, nimbada de "finezza", de rigor y de esfuerzo, se aplaude, y se agradece y conmueve.
Y, por cierto, una maldad para no abusar del almílbar: para decantar diferencias con otros colegas, ¡os aseguro que esta reseña no fue preparada con antelación antes del concierto!
Alicia Perris
Foto y webmaster: Julio Serrano
y dos propinas, la última un maravilloso concierto o desconcierto, según se mire, de gatas (¡miau!) aderezado con la gracia y la picardía que, muy a menudo, Lemieux imprime a sus prestaciones. Ciofi la sigue, aunque no se sabe quién tira de quién en este excelente dúo que se ha conseguido plasmar en un disco, que firmaban las cantantes (habrán terminado de hacerlo casi ahora mismo, en tiempo real) después del concierto.
Lo consiguieron, la orquesta con los músicos seguramente exhaustos, a fuerza de pasearse entre la Favorite, la Carmen y este recital, en poquísimos plazos de tiempo, ensayo y performances.
Una Ciofi con una veladura muy bien manejada, seguramente ocasionada por un malhadado catarro pre-invernal o la sequedad ambiental de la capital de España, defendió con excelencia sus diferentes roles, apoyada en una Lemieux, que, gallardamente la acompaña en una singladura gozosa.
El maestro al mando, el milanés Giuliano Carella tiene mano de seda para concertar, no solo a los músicos (muy bien las cuerdas y el concertino, vibrante y a tono la percusión), sino que está continuamente pendiente de la labor de la soprano y la contralto, enhebrando un trío que sella momentos de verdad bellos y conmovedores. Impactante el crescendo de la obertura de La Gazza ladra.
Rossini es un mago que atrae y encandila pero que tiene muchos riesgos. Sus aguas no son lagos tranquilas. Tiene unas cargas sonoras y vocales de profundidad que no son para cualquiera. Es de todas todas necesario, una técnica segura, el conocimiento de la partitura, pero no basta con leerla o cantarla, también hay que interpretarla.
Algunos críticos, pocos, lápiz en mano seguro encontrarán algo qué decir de la velada, pero, siempre lo recuerdo, la perfección es fría y poco compasiva y de ahí no se crea nada. Se termina en sí misma.
Sobraron algunas entradas de platea (y las más caras), pero el resto de la sala estaba llena y al fin se dejó arrastrar por el torbellino vocal y orquestal que fabricó una atmósfera envolvente y oceánica, como diría Pablo Neruda.
Con una exigencia tremenda, en el universo del canto de la actualidad, los profesionales pueden cantar de oficio (como tantos lo hacen, ese y otros trabajos) o pueden dar lo mejor de sí mismos. Patricia Ciofi, Marie-Nicole Lemieux y su rendido maestro, Giuliano Carella lo hicieron. Y se notó. Y esa entrega, nimbada de "finezza", de rigor y de esfuerzo, se aplaude, y se agradece y conmueve.
Y, por cierto, una maldad para no abusar del almílbar: para decantar diferencias con otros colegas, ¡os aseguro que esta reseña no fue preparada con antelación antes del concierto!
Alicia Perris
Foto y webmaster: Julio Serrano
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