ELENA ARRIETA .
Hay habilidades de comunicación no verbal, optimización del tiempo y
capacidad de persuasión que se pueden adquirir a cualquier edad. Estas
técnicas, tradicionalmente circunscritas a los comerciales y los a
publicitarios, pueden ser de ayuda para todo tipo de profesionales.
Steve Jobs, en la presentación del primer iPhone,
en 2007, considerada todo un hito en la historia del márketing.
Un día cualquiera en la oficina. Estás es una reunión. Tu jefe está
exponiendo un nuevo proyecto en el que vais a trabajar y, a medida que habla,
te vienen a la cabeza algunas ideas, a tu parecer muy pertinentes. Haces un
ademán de tomar la palabra, miras entonces a las demás autoridades presentes en
la sala y, de pronto, el corazón se te acelera, las manos empiezan a sudar
Mejor me guardo la palabra para otro momento.
Ahora eres tú el jefe. Tu plantilla está desmotivada, las cifras no van
como quisieras y necesitas pedir a todos un pequeño esfuerzo extra. Sabes que
tienes que motivar, y has ensayado el discurso una y otra vez frente al espejo,
pero cuando llega el momento tu respiración se entrecorta, y esa intensidad en
tu voz desaparece.
¿Te suena? Los teóricos lo llaman glosofobia, o
fobia a hablar en público. Lo cierto es que, a diferencia de los países
anglosajones, por ejemplo, el sistema educativo español apenas da protagonismo
a la oratoria. Es en la vida profesional cuando nos vemos obligados a aprender,
y lo hacemos a las malas.
La habilidad de comunicarse ante los demás juega un profunda papel en el
desarrollo profesional. Hoy por hoy la capacidad de expresarse correctamente y
de transmitir un mensaje a una audiencia son valores muy útiles, para todo tipo
de profesiones –no sólo comerciales, publicitarios o puestos directivos–, y en
todo tipo de circunstancias. Sirven, por ejemplo, para convencer a tus
superiores de que un proyecto hay que llevarlo a cabo de una determinada
manera, o para hacer oír tus ideas en un eventual trabajo en equipo. Preguntar
una duda, tomar la palabra en una reunión de vecinos o hacer un brindis son
otras situaciones cotidianas donde aplicarlos. Ser capaz de inspirar, motivar y
convencer es el siguiente paso, y todo un don.
Personalidades como Steve Jobs, fundador de Apple; Richard Branson,
presidente de Virgin; o Elon Musk, creador de PayPal, del fabricante de coches
Tesla y de la empresa de viajes espaciales SpaceX, forman parte del selecto
club de brillantes comunicadores. Son la versión moderna de los Cicerón,
Pericles y Demóstenes de la Antigua Grecia.
En la habilidad para transmitir un mensaje
el 90% es método y sólo el 10% es innato, dicen los expertos
Buenas noticias: existen técnicas que, con algo de
práctica, ponen estas aptitudes al alcance casi de cualquiera. Es la
Presentología, que va un paso más allá de la oratoria e incluye aspectos como
la comunicación no verbal, la gestión del tiempo y la capacidad de persuasión.
Santiago Pérez Castillo, consultor de procesos de cambio y formador para el
desarrollo de habilidades, afirma de hecho que, del buen resultado de un
discurso, "un 90% es cuestión de método y sólo un 10% es innato".No
es el qué, es el cómoEl mensaje es importante pero, sobre todo, lo que
marca la diferencia es cómo lo dices. "Hay una verdad irrefutable por la
que las personas compramos las ideas primero con el corazón, y después buscamos
argumentos racionales en los que apoyarnos", señala Pérez Castillo. Ahora
bien, el modo idóneo de exponer una misma idea difiere de un país a otro.
"En Alemania, por ejemplo, se debe cargar más la parte racional, mientras
que en Estados Unidos primará el componente emocional. Cada país requiere un equilibrio
diferente de recursos", asegura este experto.
La seguridad en uno mismo y el entusiasmo que se
sea capaz de transmitir son básicos para lograr influir en los demás. La
inseguridad, en muchos casos, proviene de sentir un auténtico terror hacia la
audiencia. "Algunas personas aumentan su ansiedad al hablar porque
perciben al auditorio como el enemigo. Sin embargo, el público puede
considerarse como personas que están interesadas en un tema determinado, que
necesitan del orador, de su experiencia, de su saber para aprender algo
concreto", propone Jacobo Cano Escoriaza, profesor de la Universidad de
Zaragoza, en un reciente informe. Cano recuerda es normal, e incluso positivo,
sentir cierto grado de ansiedad, pero que se trata de un sentimiento personal
que no necesariamente tiene por qué percibir el resto de la gente.-La
planificaciónLa improvisación pocas veces resulta. La naturalidad, de
hecho, se consigue a base de preparación. Planificar concienzudamente una
intervención y conocer bien el tema del que se va a hablar ayuda asimismo a
ganar confianza en uno mismo.
En su obra Slide:ology, el arte y la
ciencia de crear grandes presentaciones, la escritora y diseñadora gráfica
estadounidense Nancy Duarte afirma que el proceso de preparación de una
presentación puede ocupar entre 36 y 90 horas. En el caso de un discurso o una
conferencia, el tiempo probablemente se multiplique. "En muchas ocasiones
una presentación es la última impresión que se lleva un cliente antes de cerrar
un trato", reflexiona.
"¿Qué le va a interesar a tu auditorio? ¿Qué objetivo buscas? ¿Qué
esperas del público? Son las tres primeras preguntas que te has de realizar. A
partir de las respuestas piensa qué métodos puedes emplear para captar su
atención y, al mismo tiempo, mostrar seguridad y aplomo", recomienda Pérez
Castillo.
Jobs, durante el discurso impartido en la
Universidad de Stanford, en 2005.
El siguiente paso es visualizar los contenidos que
vas a comunicar, "como si fuera una película. Esto permitirá que el
mensaje fluya más natural y evitará que pierdas el hilo", apunta.- La
producciónEn la preparación propiamente dicha del mensaje debe, de nuevo,
primar la sencillez y la asociación de conceptos. "Evita lospower point llenos
de datos, porque el público estará más atento a eso que a lo que dices. Se
produce entonces un conflicto visual, que yo llamo el efecto chuleta",
dice Pérez Castillo.
Además, has de tener en cuenta que la gente tiende
a desconectar pasado un tiempo. Por eso, "cada diez o quince minutos
introduce algún cambio en la energía de la sala, por ejemplo, animando a la
gente a reflexionar sobre algo, a responder a una pregunta, a realizar algún
movimiento físico. Modular la voz, los gestos o dónde pones las manos es
importante, pero también lo es jugar con cambios de registro para mantener la
atención de la gente y, por último, hacer una llamada a la acción",
continúa este experto.Practicar, practicar, practicarConocer la teoría
nunca es suficiente. Como dice el refrán: "La práctica hace la
perfección". En el libroControle su destino Anthony Robbins,
uno de los mayores expertos en Programación Neurolingüística (PNL) del mundo,
además de un gran orador, confiesa: "Yo me convertí en un excelente orador
público porque, en lugar de una vez a la semana, me comprometí a hablar en
público tres veces al día. Mientras que otras personas de mi organización se
impusieron hablar cuarenta y ocho veces al año, yo hacía eso mismo en apenas
dos semanas. Así pues, al cabo de un mes ya había adquirido dos años de
experiencia. Y un año más tarde, ya tenía diez".El buen orador, ¿nace o
se hace?Hay gente con una habilidad innata para inspirar, motivar y
convencer. En definitiva, un don para la Presentología, que va mucho más allá
de la entonación de la voz y la velocidad de la conversación.
El fundador de Apple, Steve Jobs, era uno de ellos. Sus presentaciones eran
sencillas y dinámicas, y contaban una historia. Otros grandes oradores del
momento son Barack Obama, que sabe hacer un buen uso de la mirada para conectar
con la audiencia, y el magnate Donald Trump, que suele emplear un lenguaje
directo, tiene una visión clara del mensaje y logra convencer así al auditorio.
Estas técnicas son aplicables a la vida cotidiana,
personal y profesional, pero en muy raras ocasiones salen de forma espontánea.
Steve Jobs solía ejercer de maestro de ceremonias de las presentaciones de
producto del grupo, lo que sin duda contribuía de forma significativa a las
ventas. Uno de sus mejores discursos es el que impartió en 2005 en la ceremonia de graduación
de la Universidad de Stanford. De apenas catorce minutos, implicó
sin lugar a dudas horas de preparación.
http://www.expansion.com/2014/11/17/emprendedores-empleo/desarrollo-de-carrera/1416250393.html?a=1f9647f73d935bacb30444d391441bd7&t=1416295166
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