Volker Schlöndorff. ELMUNDO
LUIS
MARTÍNEZ
Desde 'El joven Torless' (1966) a 'Diplomacia', que se estrena el
próximo viernes, pocas filmogracías en el continente que pisamos (el viejo)
viven tan perennemente torturadas por la memoria. La Historia contemporánea es
en manos de Volker Schlöndorff (Wiesbaden, 1939) una herramienta para hacer
preguntas, para abrir cabezas. Y así hasta llegar a su obra más conocida, más
premiada y más dolorosa: 'El tambor de hojalata', sobre la novela de Günter
Grass; una película que le valió tanto el Oscar como la Palma de Oro. "La
única salida es Europa", comenta este alemán criado y formado en Francia en
un inglés pulido. Y lo dice en Valladolid donde hace unas semanas presentaba su
último trabajo, un regreso al punto cero de lo somos. Acaba la Segunda Guerra
Mundial y el régimen nazi claudicante sueña con la posibilidad de arrasarlo
todo desde los cimientos. Lo primero: París entero.
¿No le parece que reivindicar en el estado actual de las cosas la
diplomacia suena a antiguo, a cosas de hace un siglo?¿No le parece que
reivindicar en el estado actual de las cosas la diplomacia suena a antiguo, a
cosas de hace un siglo?
No lo
tengo claro. Quizá el mundo de los diplomáticos de la Primera Guerra Mundial ya
no exista, pero la diplomacia necesaria. Ahora mismo estaba leyendo sobre
Ucrania, y me preguntaba:¿Cómo resolver el conflicto si no es a través de la
diplomacia? No hay otra opción. El papel del diplomático es prevenir una guerra
antes de que empiece y ayudar a que acabe una vez ha empezado. Porque los
militares pueden empezar una guerra pero no son capaces de acabarla, se limitan
a lanzar bombas.
Hablamos entonces de política...
No, de
diplomacia. La diplomacia es una labor muy noble que lamentablemente se ha
perdido. Los políticos se empeñan en desempeñar labores diplomáticas, pero no
pueden hacerlo bien porque tienen que preocuparse por las próximas elecciones.
En cambio, los diplomáticos son empleados del Estado durante 30 años, y ellos
sí pueden entender las dinámicas sociopolíticas mejor que nadie. Ahí está el
problema.
De nuevo una película sobre la Segunda Guerra Mundial. La pregunta es
quizá demasiado simple: ¿Por qué?
Porque
sigue siendo necesario. No tenemos suficiente memoria. Creo sinceramente que
dentro de 100 años seguiremos hablando de la Segunda Guerra Mundial. Y la razón
es que sigue siendo la última gran guerra a nivel europeo. Y siempre hablamos
de la última. Cuando era niño solía acompañar a mi padre, que era médico rural
en la ribera del Rin. La gente por aquel entonces seguía hablando de Napoleón
como si todo hubiera sucedido ayer. La memoria tiene sus propios mecanismos:
cuanto más nos alejamos de unos hechos, más se convierten éstos en mito. Cuando
contemplamos las pinturas de Goya no pensamos en su época, sino en el aquí y el
ahora.
Pero, ¿no le agota tanto insistir?
Lo que
me cansa es ver que a veces insistir no sirve para nada.Cada vez más la Segunda
Guerra Mundial es reducida al Holocausto. Lo cual es una estupidez. Si hoy en
día le pregunta usted a un americano sobre la guerra, todo lo que dice es que
los alemanes trataron de aniquilar a los judíos y que los americanos entraron en
ella para acabarla y salvar a los judíos. Eso es la guerra gracias a
determinado cine.
Su labor es casi mesiánica...
Mi hija
de 22 años me pregunta a veces: ¿Por qué hablas una y otra vez de la Segunda
Guerra Mundial? La razón es sencilla: nací en 1939. Y lo mismo puede decirse
para explicar mi interés por los estados totalitarios. Soy un producto de
Hitler y de Stalin. Europa nació del miedo a los estados totalitarios.
Ya que lo ha mencionado ¿Para qué sirve Europa hoy?
Pues
para protegernos de la posibilidad del totalitarismo y para protegernos de
nosotros mismos. Cuando existía la amenaza de un estado totalitario, durante la
Guerra Fría, juntarnos resultaba más fácil. Es cuando esa amenaza desapareció
que todo se hizo más difícil. Supongo que de no ser por mis orígenes estaría
más interesado en la democracia y en cómo hacerla funcionar.
Su película habla de Francia y de Alemania, los dos sitios en los que
ha crecido y los dos países que forman el núcleo de Europa...
Yo soy
hijo de la guerra y en particular de las relaciones entre Francia y Alemania;
de su reconciliación. Llegué a París por primera vez en 1955, diez años después
de la guerra. Fue la primera ciudad que conocí en mi vida que no había sido
destruida por la guerra. Me sorprendió muchísimo. Me preguntaba: ¿Era ése el
aspecto que tenían Berlín y Frankfurt en el pasado?
Intentaba preguntarle antes si cree que ahora vivimos lo que se fraguó
entonces.
Sin
duda. Pertenecemos a ese momento que cuenta la película al final de la guerra.
No hace falta más que ver a Merkel para darse cuenta. Se comporta como si fuera
la general al mando de Europa diciéndole a todo el mundo lo que tiene que
hacer. Está abriendo viejas heridas y, la verdad, así se lo he hecho saber a
ella en persona. Pero a ella le da igual. Cuando estaba preparando la película,
cada día abría el periódico y leía sobre el programa de austeridad de Merkel.
Acto seguido veía a Sarkozy diciendo que era necesario seguir el modelo alemán.
Tengo la sensación de que cuando a un francés se le habla de seguir el modelo
alemán instintivamente le da por exclamar: ¡Heil Hitler!
¿No le resulta algo exagerado comparar aquella época con ésta?
Para
nada. Los nazis siempre tuvieron en mente la construcción de una nueva Europa
liderada por Alemania. Justo como ahora. Göring era un gran europeísta.
¿Y usted? ¿Se considera europeísta?
Soy un
europeísta apasionado y estoy muy preocupado. Lo que parece no entenderse es
que las mentalidades son más importantes que las leyes. El modelo alemán no
puede exportarse. Si un alemán le debe cinco euros a un amigo, no podrá dormir
por las noches hasta que se los haya devuelto. Si les bajas los impuestos para
que tengan más dinero con el que consumir, en lugar de hacerlo meterán todos
sus ahorros en el banco. Es una actitud protestante. El problema es que los
economistas que dirigen Europa no entienden de mentalidades.
Ya que se anima a hablar de alta política, ¿cómo de lejana o cercana
ve la salida de la crisis?
La
crisis ha puesto sobre la mesa todo lo que estaba escondido bajo la alfombra.
Creo que inventarse el euro e imponerlo de la noche a la mañana fue una
verdadera osadía. Al principio a todo el mundo le pareció que no estaba tan
mal, pero ahora nos damos cuenta de que los fundamentos de Europa no eran tan
sólidos después de todo. Ahora comprendemos que hay que llevar a cabo un debate
más serio, y que todo el mundo debe ser incluido en ese debate, aunque sean de
la extrema izquierda o la extrema derecha. Al final, los europeos son quienes
decidirán lo que Europa tiene que ser, no los políticos ni nosotros los
artistas. Billy Wilder decía del público que por separado todos son idiotas,
pero juntos son un genio. Y de los europeos puede decirse lo mismo.
http://www.elmundo.es/cultura/2014/11/08/545d0240ca474168668b456d.html
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