domingo, 9 de noviembre de 2014

'MERKEL ABRE VIEJAS HERIDAS'


Volker Schlöndorff. ELMUNDO


LUIS MARTÍNEZ
Desde 'El joven Torless' (1966) a 'Diplomacia', que se estrena el próximo viernes, pocas filmogracías en el continente que pisamos (el viejo) viven tan perennemente torturadas por la memoria. La Historia contemporánea es en manos de Volker Schlöndorff (Wiesbaden, 1939) una herramienta para hacer preguntas, para abrir cabezas. Y así hasta llegar a su obra más conocida, más premiada y más dolorosa: 'El tambor de hojalata', sobre la novela de Günter Grass; una película que le valió tanto el Oscar como la Palma de Oro. "La única salida es Europa", comenta este alemán criado y formado en Francia en un inglés pulido. Y lo dice en Valladolid donde hace unas semanas presentaba su último trabajo, un regreso al punto cero de lo somos. Acaba la Segunda Guerra Mundial y el régimen nazi claudicante sueña con la posibilidad de arrasarlo todo desde los cimientos. Lo primero: París entero.
¿No le parece que reivindicar en el estado actual de las cosas la diplomacia suena a antiguo, a cosas de hace un siglo?¿No le parece que reivindicar en el estado actual de las cosas la diplomacia suena a antiguo, a cosas de hace un siglo?
No lo tengo claro. Quizá el mundo de los diplomáticos de la Primera Guerra Mundial ya no exista, pero la diplomacia necesaria. Ahora mismo estaba leyendo sobre Ucrania, y me preguntaba:¿Cómo resolver el conflicto si no es a través de la diplomacia? No hay otra opción. El papel del diplomático es prevenir una guerra antes de que empiece y ayudar a que acabe una vez ha empezado. Porque los militares pueden empezar una guerra pero no son capaces de acabarla, se limitan a lanzar bombas.
Hablamos entonces de política...
No, de diplomacia. La diplomacia es una labor muy noble que lamentablemente se ha perdido. Los políticos se empeñan en desempeñar labores diplomáticas, pero no pueden hacerlo bien porque tienen que preocuparse por las próximas elecciones. En cambio, los diplomáticos son empleados del Estado durante 30 años, y ellos sí pueden entender las dinámicas sociopolíticas mejor que nadie. Ahí está el problema.
De nuevo una película sobre la Segunda Guerra Mundial. La pregunta es quizá demasiado simple: ¿Por qué?
Porque sigue siendo necesario. No tenemos suficiente memoria. Creo sinceramente que dentro de 100 años seguiremos hablando de la Segunda Guerra Mundial. Y la razón es que sigue siendo la última gran guerra a nivel europeo. Y siempre hablamos de la última. Cuando era niño solía acompañar a mi padre, que era médico rural en la ribera del Rin. La gente por aquel entonces seguía hablando de Napoleón como si todo hubiera sucedido ayer. La memoria tiene sus propios mecanismos: cuanto más nos alejamos de unos hechos, más se convierten éstos en mito. Cuando contemplamos las pinturas de Goya no pensamos en su época, sino en el aquí y el ahora.
Pero, ¿no le agota tanto insistir?
Lo que me cansa es ver que a veces insistir no sirve para nada.Cada vez más la Segunda Guerra Mundial es reducida al Holocausto. Lo cual es una estupidez. Si hoy en día le pregunta usted a un americano sobre la guerra, todo lo que dice es que los alemanes trataron de aniquilar a los judíos y que los americanos entraron en ella para acabarla y salvar a los judíos. Eso es la guerra gracias a determinado cine.
Su labor es casi mesiánica...
Mi hija de 22 años me pregunta a veces: ¿Por qué hablas una y otra vez de la Segunda Guerra Mundial? La razón es sencilla: nací en 1939. Y lo mismo puede decirse para explicar mi interés por los estados totalitarios. Soy un producto de Hitler y de Stalin. Europa nació del miedo a los estados totalitarios.
Ya que lo ha mencionado ¿Para qué sirve Europa hoy?
Pues para protegernos de la posibilidad del totalitarismo y para protegernos de nosotros mismos. Cuando existía la amenaza de un estado totalitario, durante la Guerra Fría, juntarnos resultaba más fácil. Es cuando esa amenaza desapareció que todo se hizo más difícil. Supongo que de no ser por mis orígenes estaría más interesado en la democracia y en cómo hacerla funcionar.
Su película habla de Francia y de Alemania, los dos sitios en los que ha crecido y los dos países que forman el núcleo de Europa...
Yo soy hijo de la guerra y en particular de las relaciones entre Francia y Alemania; de su reconciliación. Llegué a París por primera vez en 1955, diez años después de la guerra. Fue la primera ciudad que conocí en mi vida que no había sido destruida por la guerra. Me sorprendió muchísimo. Me preguntaba: ¿Era ése el aspecto que tenían Berlín y Frankfurt en el pasado?
Intentaba preguntarle antes si cree que ahora vivimos lo que se fraguó entonces.
Sin duda. Pertenecemos a ese momento que cuenta la película al final de la guerra. No hace falta más que ver a Merkel para darse cuenta. Se comporta como si fuera la general al mando de Europa diciéndole a todo el mundo lo que tiene que hacer. Está abriendo viejas heridas y, la verdad, así se lo he hecho saber a ella en persona. Pero a ella le da igual. Cuando estaba preparando la película, cada día abría el periódico y leía sobre el programa de austeridad de Merkel. Acto seguido veía a Sarkozy diciendo que era necesario seguir el modelo alemán. Tengo la sensación de que cuando a un francés se le habla de seguir el modelo alemán instintivamente le da por exclamar: ¡Heil Hitler!
¿No le resulta algo exagerado comparar aquella época con ésta?
Para nada. Los nazis siempre tuvieron en mente la construcción de una nueva Europa liderada por Alemania. Justo como ahora. Göring era un gran europeísta.
¿Y usted? ¿Se considera europeísta?
Soy un europeísta apasionado y estoy muy preocupado. Lo que parece no entenderse es que las mentalidades son más importantes que las leyes. El modelo alemán no puede exportarse. Si un alemán le debe cinco euros a un amigo, no podrá dormir por las noches hasta que se los haya devuelto. Si les bajas los impuestos para que tengan más dinero con el que consumir, en lugar de hacerlo meterán todos sus ahorros en el banco. Es una actitud protestante. El problema es que los economistas que dirigen Europa no entienden de mentalidades.
Ya que se anima a hablar de alta política, ¿cómo de lejana o cercana ve la salida de la crisis?
La crisis ha puesto sobre la mesa todo lo que estaba escondido bajo la alfombra. Creo que inventarse el euro e imponerlo de la noche a la mañana fue una verdadera osadía. Al principio a todo el mundo le pareció que no estaba tan mal, pero ahora nos damos cuenta de que los fundamentos de Europa no eran tan sólidos después de todo. Ahora comprendemos que hay que llevar a cabo un debate más serio, y que todo el mundo debe ser incluido en ese debate, aunque sean de la extrema izquierda o la extrema derecha. Al final, los europeos son quienes decidirán lo que Europa tiene que ser, no los políticos ni nosotros los artistas. Billy Wilder decía del público que por separado todos son idiotas, pero juntos son un genio. Y de los europeos puede decirse lo mismo.

http://www.elmundo.es/cultura/2014/11/08/545d0240ca474168668b456d.html

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