29
de octubre de 2014
Opéra-Comique en dos actos
Libreto de J.H. Vernoy de Saint-Georges y Jean-François Alfred Bayard
Coproducción del Metropolitan Opera House de Nueva York, la Royal Opera House Covent Garden de Londres y la Wiener Staatsoper
Opéra-Comique en dos actos
Libreto de J.H. Vernoy de Saint-Georges y Jean-François Alfred Bayard
Coproducción del Metropolitan Opera House de Nueva York, la Royal Opera House Covent Garden de Londres y la Wiener Staatsoper
Coro
y Orquesta Titulares del Teatro Real
(Coro Intemezzo / Orquesta Sinfónica de Madrid)
(Coro Intemezzo / Orquesta Sinfónica de Madrid)
Ficha Artística: Dirección
musical: Bruno Campanella. Dirección de escena y figurines: Laurent Pelly. Realizador
de la Dirección de Escena: Christian Räth. Escenografía: Chantal Thomas.Adaptadora
de textos: Agathe Mélinand. Iluminación: Joël Adam. Coreografía: Laura
Scozzi. Dirección del coro: Andrés Máspero. Supervisora de la dicción
francesa Jeannine Bouché.
Intérpretes
Marie:
Aleksandra Kurzak
Tonio:
Javier Camarena
Sargento
Sulpice: Pietro Spagnoli
Marquesa
de Berkenfeld: Ewa Podles
Hortensius: Isaac Galán
Un
campesino: Pablo Oliva
Un caporal: Pedro Quiralte-Gómez
Un caporal: Pedro Quiralte-Gómez
Esta producción ya conocida visualmente, por haberse programado para
otras salas de ópera, pero con agradables sorpresas en el hallazgo de voces
verdaderamente de lujo, al menos en el primer elenco en esta puesta en el
madrileño Teatro Real, ha tenido mucho éxito.
¡Rataplán!, no hay otro
regimiento igual: el 21 del ejército napoleónico, instalado en Tirol como tropa
de ocupación, paternalista, nacionalista, protector de Marie, la fille du
régiment. La más popular ópera de Donizetti es una comedia irónica,
sentimental y con una ácida carga de crítica social que aglutina distintos
elementos de los dramas de la época: el mal de amores entre los protagonistas,
el respeto al deber y la obediencia paterna, la confrontación de una
aristocracia decadente con una burguesía emergente que se impone al Antiguo
Régimen… La exaltación nacional en la que vive inmersa Francia en 1840, cuando
se estrena, explica el retrato amable y divertido que el compositor hace del
ejército de ocupación francés y la inclusión de algunos números patrióticos.
Con su habilidad para crear formas musicales flexibles, jugar con los estilos
de moda y parodiar al mismo tiempo la estética conservadora, esta obra que el
director de escena Laurent Pelly considera “hilarante y conmovedora, ligera y
grave a la vez”, manifiesta un humor inteligente y unos alardes musicales
inolvidables. Y como cree en lo que dice, desarrolla una magnífica tarea en la
dirección de escena y los figurines.
Es una obra que marca un hito
en la trayectoria de Donizetti, ya que consiguió una partitura llena de guiños
y de atrayentes momentos para el oyente, que pueden redondearse como éste ha
sido el caso con un movimiento escénico y teatral y una coreografía luminosos.
Aroma de vaudeville, con la
mezzo dugazon como figura materna y pasajes de gran lucimiento como el
legendario Ah mes amis!, que canta Tonio o el Pour me rapprocher de Marie y el
Rataplán del coro castrense o el Il faut partir de la ahijada del regimiento,
más pesaroso y melancólico.
Se estrenó en italiano pero el
francés parece el idioma pensado para ella, sobre todo con los niveles de
excelencia que alcanza aquí la labor de la fonetista Jeannine Bouché, que lleva
a cabo un trabajo excepcional limando asperezas, rugosidades y “r” en los
parlamentos de los actores y actrices y en las derivaciones del canto de las
primeras figuras, secundarios y el propio coro. ¡Cómo se nota cuando falta esta
dedicación a la lengua de una partitura operística, cuando en ocasiones,
incluso en el idioma materno, no conseguimos entender una palabra del texto. Mi
más encendida enhorabuena para la especialista francesa. El estado francés la
recompensó nombrándola “Chévalier de l´Ordre du Mérite à titre musical”.
La soprano Natalie Dessay
estaba destinada a defender en esta ocasión el rol tan refrescante y juvenil de
Marie, pero fue remplazada por la polaca Aleksandra Kurzak, de evidente
juventud. Kurzak no goza de un instrumento portentoso, todavía cabe esperar que
en desarrollo, pero en cambio actúa con elegancia y ritmo y llega a los agudos
con soltura. Tiene una afinación muy cuidada y acompaña perfectamente al hace
poco descubierto tenor ligero mexicano Javier Camarena, cuya actuación en
ningún caso hizo sentir nostalgia de Pavarotti, Kraus o el aplaudido Tonio en
el Real, de Juan Diego Flórez.
El tenor belcantista, que ya
había reemplazado con anterioridad al peruano en el Met sin defraudar, parece
demostrar que ha nacido otra estrella en el panorama de la lírica internacional
y sus nueve “do de pecho”, enlazados con facilidad y maestría parece
demostrarlo. El público quedó atrapado en sus piruetas vocales y en su simpatía
en el escenario.
Ewa Podles, una contralto aguerrida, tiene una
línea de canto fantástica que conserva a pesar del paso de los años y Pietro
Spanogli compone un vibrante y amabilísimo padre en el Sargento Sulpice. Spagnoli ganó en 1987 el Concurso de canto
Pergolesi en Roma y desde entonces ha mantenido como barítono italiano una
importante carrera internacional siendo muy reconocidas sus prestaciones en el
repertorio de Mozart, Rossini o Donizetti.
El desempeño de Bruno Campanella en la
dirección musical, es muy elogiable, demostrando una experiencia y conocimiento
de la arquitectura vocal y musical. Hace que la ópera ruede sin esfuerzo,
aunque podría haberse mejorado la obertura en la calidad del sonido. Está
considerado con justicia uno de los más destacados maestros de su generación.
Siempre en su sitio el coro,
seguro, solvente y con una actuación encomiable, ya que todo el tiempo hay que
cantar moviéndose en esta ópera y la actuación es aquí un indiscutible “must”.
Bien, como siempre, la responsabilidad de Andrés Máspero.
Ángela Molina como la duquesa
de Crakentorp sustituyó con elegancia regia a Carmen Maura, dos actrices de
primera línea en la historia del cine y del teatro español. El Real gusta de
hacer un hueco algunas veces a las grandes divas en los espectáculos
operísticos, como ya ocurrió con la presencia de Nuria Espert en Ainadamar de
Osvaldo Golijov hace pocas temporadas.
Para completar el elenco, unos
secundarios muy eficientes y sólidos, como Isaac Galán en un fácil Hortensius,
el notario compuesto por Mathieu Bettinger, el caporal de Pedro Quiralte-Gómez
y el campesino de Enrique Lacárcel. Sus roles, aunque no prioritarios fueron
cuidados en lo vocal y en el desenvolvimiento escénico, sin dejar nada librado
al azar.
La conclusión de esta crónica
podría sellarse haciendo alusión al fervor del público, contenido y sin
desbordarse como en tiempos de Kraus o Flórez, pero Javier Camarena fue muy
aplaudido, igual que la Marie de Aleksandra Kurzak. Ambos cantantes son
jóvenes, llevan una promisoria carrera y tienen una gran vida lírica por
delante y nos volverán a dar esperadas sorpresas.
Esta Fille para continuar la
temporada inaugurada con algunos peros por Las bodas de Fígaro es una elección
amable y acertada. Un lenitivo para compensar los primeros fríos del otoño y
los problemas políticos y económicos que no dejan de atenazarnos sin descanso
en este país. Aunque una vez más, la calidad, el entusiasmo, el belcanto y
Donizetti, han obrado el milagro de alejarnos aunque temporalmente de los
avatares y las fantasmagorías de la vida cotidiana para transportarnos a otra
dimensión.
Alicia Perris
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