Ladrillo ornamentado con un
cocodrilo de la zona arqueológica de Comalcalco (Tabasco), periodo clásico
antiguo (250-600 d.C.) / IGNACIO
GUEVARA
Durante cerca de treinta siglos
ocuparon la península del Yucatán, las montañas de Chiapas y el triángulo
formado por Guatemala,
Honduras y El Salvador. En la era prehispánica, los mayas se convirtieron en
una de las mayores civilizaciones mesoamericanas, antes de que sus majestuosas
ciudades terminaran engullidas por la jungla. No fue hasta el siglo XIX cuando
se empezaron a redescubrir las impresionantes pirámides de Chichén Itza,
Uxmal o Palenque, convertidas hoy en paradas obligatorias de un concurrido circuito
turístico.
Esa exuberante cultura revive ahora
en París gracias a una nueva exposición. Máscaras de jade, calendarios olmecas,
discos esculpidos y tumbas milenarias ocupan desde ayer el Museo del Quai Branly,
centro especializado en las civilizaciones antiguas que acogerá Mayas,
revelación de un tiempo sin fin hasta el 8 de febrero. A través de 400 obras y
objetos prestados por una quincena de instituciones mexicanas, la muestra
dibuja una completa panorámica que revisa sus logros arquitectónicos y
artísticos, reconstruye su cotidianidad, examina su vinculación con lo sagrado,
establece un inventario de sus ritos funerarios y describe su declive y
eventual desaparición.
Cuando Hernán Cortés desembarcó
en Veracruz, los mayas
llevaban cerca de siete siglos protagonizando una lenta pero inexorable
extinción, supuestamente provocada por la explosión demográfica y la falta de
recursos disponibles tanto en la selva tropical como en la árida llanura
calcárea. La conquista española supuso su toque de muerte. Desde 1546, los
mayas fueron subyugados y convertidos en mano de obra servil en las haciendas.
Dos décadas más tarde, el franciscano Diego de Landa incitó a quemar objetos y
libros mayas en autos de fe, ceremonias públicas donde los objetos portadores
de herejía desaparecían en la hoguera. La isla de Tayasal, último bastión del
antiguo imperio, terminó por caer en 1697.
Pero la propia civilización ya
había pronosticado su fin, así como una resurrección inminente. "Los mayas
creían en la trascendencia de su cultura, porque estaban convencidos de que el
tiempo consistía en una espiral de ciclos que se sucedían. Cuando un ciclo
llegaba a su fin, surgía el siguiente y el mundo se regeneraba por sí
solo", explica la historiadora Mercedes de la Garza, gran especialista de
la cultura maya, exdirectora del Museo Nacional
de Antropología de México y comisaria de la muestra que llega
ahora a París, expuesta antes en el Palacio Nacional de la capital mexicana.
Chichén Itzá, (900-1250 después de
Cristo). / IGNACIO GUEVARA
La comisaria ha escogido ese tiempo
inacabado, inscrito en el subtítulo de la muestra, como un factor fundamental
para entender la cultura descrita. "El imperio cayó a partir de la
conquista, pero la cultura maya pervive", sostiene De la Garza. "Lo
hace pese a la influencia española y la posición actual de esos grupos, a
menudo relegados socialmente. Su resistencia cultural es considerable. Siguen
aferrados a creencias, tradiciones y ritos". La muestra recorre todos los
aspectos centrales de esta cultura, desde la vida cotidiana en las ciudades
mayas hasta su relación con los dioses y las estrellas, sus hallazgos en
matemáticas y su sofisticada escritura, constituida por un complejo sistema que
aunaba logogramas y fonogramas, considerado hoy el más avanzado de la América precolombina. Los
especialistas han conseguido descifrar ese alfabeto al nivel del 85 % gracias a
los esfuerzos de investigación de los últimos tiempos.
El boom antropológico
de los cincuenta puso a las civilizaciones antiguas en el punto de mira, pero
el proceso se ha acelerado todavía más en las últimas décadas, cuando los
propios mexicanos se han acercado a un patrimonio no siempre apreciado y
generalmente mal conocido. "Desde hace veinte años, ha habido voluntad
política, inversión pública y privada, y un mayor esfuerzo en la exploración
arqueológica. Existe una voluntad general por alejarse de las caricaturas y
descubrir quiénes fueron en realidad los mayas", apunta De la Garza, quien
dice haber querido combatir "los estereotipos y las estupideces".
"Los mayas no fueron extraterrestres ni predijeron el fin del mundo",
sentencia. En realidad, ese publicitado apocalipsis, que debía haber acontecido
con el año 2012, responde a un malentendido sobre su calendario, que
contemplaba ciclos de cerca de 20.000 años. Los mayas se habrían referido al
final de la era del maíz, pero en ningún caso del mundo a secas.
La muestra también explora la
importancia de la naturaleza, considerada una manifestación divina en un
universo terrenal enclavado entre cuatro cielos y tres inframundos. En la
entrada de la exposición, un frontis de piedra encontrado en Palenque
representa un ritual del año 736 en honor al dios de la guerra. El sacrificio
era, para los mayas, un rito regenerador de vida. Eran sometidos a él enemigos
en el campo de batalla, perdedores en juegos de pelota e incluso niños
entregados como ofrenda a los dioses. Otros ritos incitaban a la purificación,
la abstinencia sexual y la privación del sueño.
¿Qué parte de esa cultura milenaria
sobrevive hoy? En México subsisten
treinta lenguas mayas, habladas por unos seis millones y medio de personas, el
doble que en los años setenta. En algunas áreas del sureste del país, la
proporción se eleva hasta el 30 % de la población. Regiones como Chiapas y
Oaxaca asisten a una profunda revalorización cultural de esa herencia, parcialmente
impulsada por los movimientos autonomistas. "Por ejemplo, el zapatismo
aportó luz a grupos mayas que se encontraban en situación marginal, como
tzeltales y tzotziles. Los puso a la vista de los mexicanos, pero también del
resto del mundo", apunta De la Garza.
El actual orgullo patrimonial
contrarresta siglos de represión, humillación y olvido, aunque sería ingenuo
convencerse de una reparación total, a no ser que esta pase exclusivamente por
lo pecuniario. En el interior de los sitios mayas, se suele observar a jóvenes
adolescentes vendiendo souvenirs con sobreprecio a turistas
europeos. Hace diez siglos, esas mismas niñas ocupaban los mismos palacios ante
los que esos visitantes -más de 5 millones anuales en el área maya, de Palenque
a Tulum- se extasían hoy.
http://cultura.elpais.com/cultura/2014/11/03/actualidad/1415038476_798252.html
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