La pianista japonesa Mitsuko Uchida
(Tokio, 1948). / NIR
ELIAS (REUTERS)
Los aficionados al universo del
piano en Madrid están esta semana de enhorabuena. Tienen razones de fuste para
ello. Poder disfrutar con cinco días de diferencia de dos intérpretes del
teclado tan excepcionales —y, por otra parte, tan diferentes— como la japonesa
Mitsuko Uchida y el ruso Evgeny Kissin, en los ciclos de Grandes intérpretes e
Ibermúsica, respectivamente, es como para tirar cohetes.
La japonesa es, de alguna manera,
la quintaesencia de la sensibilidad; el ruso, un pilar fundamental de la
brillantez y el poderío. Los dos poseen además una extraordinaria musicalidad.
El piano romántico se beneficia de sus aportaciones y el espectador se
enriquece con sus miradas musicales en cierto modo complementarias.
Mitsuko Uchida escogió para su
programa madrileño una selección de obras que van como anillo al dedo a sus
características interpretativas. Los Impromptus de Schubert
son algo así como su tarjeta de identidad, y en las Variaciones
Diabelli realiza una lectura muy ajustada a su personalidad. Desprende
frescura en todo momento la pianista japonesa.
Schubert: Cuatro
Impromptus, D 935;Beethoven: 33 Variaciones sobre un vals de Diabelli, op. 120.
19º Ciclo de grandes intérpretes.
Fundación Scherzo, con el patrocinio de EL PAÍS y la colaboración de la cadena
SER.
Auditorio Nacional, 11 de
noviembre.
Sus planteamientos son
desenfadados, alegres, incluso un poco juguetones. Tiende a la rapidez en sus ejecuciones,
más desde un punto de vista de ligereza sonora que desde un planteamiento
teórico. Lo importante para ella es crear una sensación de espontaneidad, aún a
costa de un punto de superficialidad. Si uno se deja llevar, el placer musical
está garantizado. En concreto, los cuatro últimosImpromptus de
Schubert tuvieron un encanto irresistible y una gran capacidad de arrebato,
mientras las variaciones beethovenianas fueron expuestas con infinidad de
recursos y sin ningún tipo de retórica, con lo que la sensación de creatividad
distendida se impuso sobre cualquier tipo de mensaje conceptual.
El público, que empezó un poco
alborotado en su peculiar concierto de toses, acabó con un buen nivel de
concentración, a juzgar por el silencio reinante en la sala a partir de cierto
momento del recital. Al final, aplaudió con calor a la pianista. Uchida
presenta el mismo programa en el Palau de la Música de Barcelona mañana,
jueves, y en la Fundación Gulbenkian de Lisboa el próximo domingo.
http://cultura.elpais.com/cultura/2014/11/12/actualidad/1415823068_024577.html
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