Exposicion 'Impresionismo
americano' en el museo Thyssen. / SAMUEL
SÁNCHEZ
Aunque la presencia de Francia ha
sido determinante en toda la historia del arte, no hay un capítulo más
genuinamente francés que el impresionismo,
el movimiento nacido en París en la década de 1860. Opuestos al aprendizaje
académico, su principal objetivo fue plasmar la naturaleza a base de pinceladas
sueltas y capturando la luz del momento. Sin obedecer a reglas inalterables,
sus protagonistas entraron y salieron del grupo según su personal criterio. El
núcleo esencial estuvo formado por Monet,
Renoir, Sisley, Pissarro,Cezánne, Berthe Morisot, y Degas.
Artistas de todo el mundo pusieron pronto el ojo sobre lo que hacían sus
colegas franceses. Los estadounidenses Mary Cassatt o John Singer Sargent
estuvieron entre los primeros que viajaron a París a empapar sus telas de la
nueva luz artística. Otros, como Theodore Robinson o Childe Hassam, también
viajaron, aunque se sumaron de una manera más gradual. Un tercer grupo aplicó
las técnicas impresionistas a los paisajes y retazos de vida que les rodeaban
en la propia América.
La gran exposición de otoño que
este martes 4 de noviembre inaugura el Museo
Thyssen-Bornemisza está dedicada a revisar a fondo la expansión
del Impresionismo en Estados Unidos a través de 80 obras que se podrán ver
hasta el próximo 1 de febrero. Comisariada por Katherine Bourguignon,
conservadora de la Terra Foundation for American Art, experta en arte francés y
americano de finales del siglo XIX y principios del XX, la exposición ya ha
sido vista en el Museo de los
Impresionistas de Giverny y en la Galería
Nacional de Edimburgo.
¿Hay diferencias en la forma en que
los norteamericanos entendieron el impresionismo respecto a los franceses?
Paloma Alarcó, conservadora jefe de Pintura Moderna del Thyssen y una de las
mayores expertas en el impresionismo, precisa que el movimiento fue muy poco
homogéneo y que careció de un código cerrado como tuvieron otros. De manera que
caben muchas aproximaciones. Todos pintan temas amables como el paisaje, niños
felices o mujeres en momentos sugerentes, pero que salvo el ánimo de plasmar el
instante y pintar del natural, las interpretaciones eran muy personales. Si
tuviera que buscar una diferencia forzosa entre franceses y americanos, Alarcó
señala la ubicación de los paisajes. “Cada uno pinta la parte de la naturaleza
que tienes delante. Por lo demás, la filosofía es similar. Algunos, como
Cassatt o Sargent, ocupan desde París las primeras filas del movimiento, pero
es en 1886, cuando el marchante Paul Durand-Ruel organiza en Nueva York la gran
exposición de impresionismo francés, cuando los americanos se dejan seducir por
los temas y la pincelada brillante de los franceses”.
La exposición arranca con una
selección de obras de Berthe Morisot, la única mujer ligada al grupo fundador,
y Mary Cassatt, la americana que corrió a París para sumarse al movimiento. De
ambas artistas se exhiben imágenes de niños felices, rubios y vestidos de
blanco junto a retratos de elegantes damas rodeadas por una densa luz
blanquecina.
Exposicion 'Impresionismo
americano' en el Thyssen. / SAMUEL
SÁNCHEZ
El primero de los cinco núcleos de
la exposición está dedicado a los artistas que viajaron a París y participaron
directamente en el movimiento: Mary Cassatt y John Singer Sargent, cuyas obras
se exponen en diálogo con pinturas de Cezánne, Renoir, Degas o Monet de la
colección Thyssen. Mary Cassatt, tal vez la más representativa, fue invitada a
participar en cuatro de las ocho grandes exposiciones impresionistas, las
celebradas entre 1879 y 1886. Única representante norteamericana, logró una
buena acogida con sus cuadros de mujeres y niños de la clase media-alta que
ella, por sus orígenes, conocía a fondo. Amiga de Monet, al que visitó en
Giverny, el ansiado templo de los artistas amantes del movimiento.
John Singer Sargent, hijo de padres
estadounidenses, nacido en Italia, vivió toda su vida en Europa. Amigo de
Monet, se entregó a la técnica impresionista, aunque lo compatibilizó con sus
famosos retratos de encargo en los que solo se permitía un ligero toque
impresionista.
El siguiente gran núcleo está dedicado
a los artistas que a finales de 1880 se trasladan a París para pintar al aire
libre en el bosque de Fontainebleau, en la costa de Bretaña y en Giverny. Uno
de ellos es Theodore Robinson, quien en las sesiones al aire libre recoge los
cambios de luces y sombras que se producen a lo largo del día, pero sin
descuidar el acabado casi de corte académico en sus composiciones. El otro gran
representante de este momento es John Leslie
Breck, asiduo de Giverny entre 1887 y 1891, quien incorpora a sus
pinturas sombras coloreadas. De él se exhiben doce almiares inspirados en los
realizados por Monet.
El recorrido expositivo se ocupa
después aquellos artistas que habían visitado Europa, pero que realizan sus
cuadros en sus ciudades respectivas asimilando como propios los temas,
composiciones y colores del impresionismo. El más conocido es Childe Hassam,
quien había estado tres años estudiando y pintando en Francia, entre 1886 y 1889,
sin participar en el círculo impresionista, pero fascinado por su manera de
trabajar. Esta etapa marcó de manera considerable su técnica. Sus composiciones
de esos años, creadas en el estudio, anuncian ya un interés por los efectos de
la luz. El otro nombre importante de este grupo es William Merritt Chase,
famoso por sus vistas urbanas y sus jardines. Chase está considerado como como
uno de los pintores esenciales para el desarrollo del impresionismo en
Norteamérica. De formación artística clásica adquirida en Nueva York y en
Múnich, en la década de 1880 se atrevió con colores más claros de los que
marcaba el canon, temas modernos y novedosos encuadres. Las obras de esta
época, con los parques públicos de Nueva York y Brooklyn como escenarios,
supusieron un cambio fundamental en su carrera e influyeron en muchos otros
artistas de su entorno.
Aún cuando ya en Europa la llama
del impresionismo se extinguía, muchos otros pintores americanos prolongaron en
el tiempo el interés por perseguir el instante. Los coleccionistas y museos
estadounidenses se habían lanzado ya a adquirir muchas de las obras de los
artistas que formaron el grupo pionero, reviviendo así una manera de entender
el arte que cada vez sigue más viva a juzgar por el interés que el movimiento sigue
teniendo en todos los museos del mundo y en el mercado internacional.
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