Cuentan que la luminosidad ayuda a suplir las carencias alimenticias
del estómago e incluso a hacer llevaderas las heridas del alma. Hay países en
los que la supervivencia está cruda para la mayoría de la gente y sin embargo
no les hace perder una alegría que parece genética, alimentada por el sol y el
clima, mientras que en otras naciones tan civilizadas como bienaventuradas
económicamente, los inacabables inviernos, los cielos casi siempre plomizos,
oscuros o grises, el frío glacial, la nula armonía entre una atmósfera
inclemente y los decaídos estados de ánimo, hacen que sean paradójicos y
trágicos campeones en la estadística de suicidios, lo cual se contradice con
esa institucionalizada verdad universal de que las penas con pan son menos. A
lo mejor, también la calidez ambiental hace que se olviden un poco de sí
mismas.
El excesivo y cotidiano fango moral que pringa este país (seguro que
existió siempre, pero el Espíritu Santo ha decidido informarnos ahora a los
ignorantes de que la rapiña es absoluta; también intentar calmarnos
asegurándonos que los manguis poderosos pasarán un conveniente ratito en la
cárcel, eso sí, con su botín casi intacto) provoca en cualquier ciudadano
sufriente un alarmante estado entre físico y metafísico llamado náusea.
Pero esa sensación de podredumbre desaparece momentáneamente y es
sustituido por algo tan terapéutico como la sonrisa o la carcajada, gracias al
informativo más fiable y realista sobre el asqueroso estado de las cosas que
ofrece la televisión. Se supone que El intermedio
es un programa satírico, un retrato voluntariamente esperpéntico del consentido
reinado de la mierda, de las cochambrosas actuaciones y el desvergonzado pero
también imbécil discurso que ofrecen a la gente esos patéticos y zarzueleros
actores y actrices que han dedicado su sacrificada existencia al logro del bien
común. El inimitable sarcasmo de Wyoming, su corrosiva
gracia, su ancestral vocación surrealista, su venenosa lengua, son tan
higiénicas como necesarias. No servirá para entrullar a los gánsters que
legitimaron tontamente los votos, pero la inteligente burla de ellos alivia un
poco. También se convierte en el documento más riguroso sobre un duradero
imperio de canallas.
http://cultura.elpais.com/cultura/2014/11/14/television/1415998539_935717.html
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