No sé cómo tratan a un
ministro cuando llega a las urgencias de un hospital público, pero dudo que lo
aparquen en un pasillo
JUAN JOSÉ MILLÁS
Luis de Guindos junto a los
ministros de economía de Francia, Bruno Le Maire y de Italia, Pier Carlo Padoan
durante un encuentro del Eurogrupo. JOHN THYS / AFP
Cuando algún político
suelta aquella máxima de Aristóteles según la cual la justicia consiste en tratar
igual a los iguales y desigual a los desiguales, jamás hay cerca un observador
que le pregunte si el IVA es justo. Las máximas le pillan a uno desprevenido.
Supongamos que usted es desigual y que se acerca al supermercado a comprar una
lata de cangrejo ruso. ¿No sería lógico, según Aristóteles, que se la rebajaran
de precio? ¿Cómo va a pagar lo mismo que un igual? Aristóteles viene a cuento
de que el crecimiento económico de Guindos no hace más que generar desiguales.
¿Qué hacemos con ellos?, ¿los atendemos con cortesía o los repudiamos?
No sé cómo tratan a un
ministro cuando llega a las urgencias de un hospital público, pero dudo que lo
aparquen en un pasillo. Dudo incluso que se les muera en un rincón y que los
médicos piensen que se ha ido porque lo han llamado por la megafonía sin
obtener respuesta. Hace poco falleció de ese modo un desigual. En realidad, se
había ido, pero al otro barrio. La cuestión es que lo trataron de forma
desigual porque saltaba a la vista que pertenecía a esta categoría. Se podría
decir que cumplieron los protocolos, así que no hay caso. Como no estamos por
la labor de atenuar las fronteras entre la igualdad y la desigualdad, sino todo
lo contrario, de aquí a poco nos darán carnés de una cosa u otra, de modo que,
cuando usted solicite un servicio del Estado, sepan enseguida si darle una
patada u ofrecerle un café.
Los aeropuertos tienen
salas de autoridades para evitar estas confusiones. Si usted es igual (o
político), lo acompañan a esta sala que lo aleja del ejército de repugnantes
desiguales que vagan por los pasillos. Ahora no caigo si Aristóteles fue igual
o desigual.
https://elpais.com/elpais/2018/02/01/opinion/1517491922_623732.html
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