Valencia en diciembre (en su
doble faceta de director y cantante), Salzburgo (con Anna Netrebko), Berlín
(junto a Daniel Barenboim), Barcelona... Son algunas de sus próximas citas
Tiene unos envidiables 73 años
pero sigue estudiando... hasta las cuatro de la madrugada. De ello y de la
situación política habla con EL MUNDO
RUBÉN
AMÓN
No está claro si Plácido Domingo tiene 73 años o tiene 37. La segunda
hipótesis, desde luego, puede justificarse en su abrumadora agenda. El barítono
madrileño -tenor dejó de serlo- permanece como estrella del Grand Slam -la
Scala, Covent Garden, Metropolitan, StaatsOper de Viena-, avanza en su
repertorio con nuevos papeles -el próximo es Macbeth- y persevera en su faceta
de estrella discográfica.
El último ejemplo se titula 'Encanto del mar' (Sony) y consiste
en un inventario de canciones mediterráneas. Desde las más conocidas en Nápoles
o en Grecia hasta las que orillan en el otro lado. Incluida Israel. Que fue la
patria de Domingo en sus mocedades. "Allí permanecí dos años y medio.
Llegué a cantar 280 funciones", nos explica Domingo desde un singular
autoasombro. "Y se trató de una experiencia al límite. Lo canté todo. Tel
Aviv fue una gran prueba de fuego. O acababa conmigo o salía adelante
fortalecido, inmune".
Ha transcurrido medio siglo desde entonces. Impresiona admitirlo.
Impresiona recordar que el desconocido tenor madrileño cobraba 16,5 dólares por
función, aunque la experiencia no tuvo precio por otros motivos.
Empezando por el entrenamiento camaleónico de la Hebrew National
Opera. Por el régimen de función diaria y ópera distinta. Y por algunas
experiencias delirantes, como aquella 'Traviata' en versión United Nations. El
papel de Germont fue interpretado en húngaro, Violetta cantaba en alemán, el
coro se empleaba a su manera en hebreo, mientras que Domingo conseguía atenerse
a las obligaciones 'italianas' de Alfredo.
Era la Babelia en que Domingo se galvanizó y el Mediterráneo al que
ahora regresa, dejándose retratar en la portada del disco con la barba de un
patriarca bíblico y con el aspecto de un marinero curtido.
"Es un disco muy especial. Primero, porque son canciones que me
han acompañado siempre y que he querido de alguna manera inmortalizar. Y,
después, porque el disco pretende trasladar una atmósfera más contenida y
escrupulosa. No es un repertorio en que pretenda exhibir mi voz. Al contrario,
en lugar de cantar casi susurro. Es un disco para la intimidad".
Domingo está en Milan, en la Scala, como protagonista de 'Simon
Boccanegra'. Quiere decirse que la asombrosa longevidad que representa
permanece comprometida en la reputación de los grandes teatros. Recaló en
Londres el pasado octubre como protagonista de 'I due Foscari', del mismo modo
que acudirá a Nueva York para debutar en Ernani (marzo) y que comparecerá
después en Viena como estrella de 'Nabucco'.
Sobrentiende la agenda una afinidad absoluta a Verdi, pero también
traslada el propósito de exponerse a los públicos más exigentes. "No
concibo seguir cantando si los grandes teatros no me contratan. Quiero
decir que no canto por cantar, sino porque estoy en condiciones de hacerlo
desde el mayor rigor profesional. Mi carrera continúa porque me lo permiten
estos grandes escenarios. Y porque el público demuestra que me quiere escuchar.
No vivo de las rentas, sino de mi esfuerzo y de mi trabajo cotidiano. Sigo
estudiando, sigo aprendiendo. Y me doy cuenta, claro, de que pasan los
años, pero no encuentro motivos para retirarme. Seré el primero en saber cuándo
debo hacerlo. Pero de momento me ilusiona seguir firmando contratos. Repito lo
que digo muchas veces: No cantaré un día más de lo que deba, ni un día menos de
lo que pueda".
¿Le sorprende a usted mismo esta longevidad?
Más que
sorprenderme, soy, probablemente, el más sorprendido. Nunca hubiera pensado que
a los 73 años estaría mi nombre expuesto en los principales teatros. Ni que a
esta edad podría ir desarrollando nuevos papeles. Tengo delante demasiados
estímulos que me hacen seguir en los escenarios, respetándolos tanto como los
respeto. Duermo poco. Porque me quedo estudiando hasta las tres o las cuatro de
la madrugada.
¿Y qué estudia últimamente?
Tengo
entre manos mi debut como Macbeth. Un desafío enorme y un papel muy complicado,
porque interpretarlo bien requiere tanto respetar la línea de canto de Verdi
como tener en cuenta el aspecto teatral, declamatorio de Shakespeare. Voy a
cantarlo el próximo febrero, en Berlín, con la dirección musical de Barenboim.
Cuando era tenor, siempre pensé que era uno de esos papeles que más envidiaba a
los barítonos.
Un papel malévolo. A contracorriente de los que usted interpreta.
Nunca ha sido partidario de encarnar a los malos en la ópera.
Macbeth
no es exactamente un inocente, pero mi concepción del papel lo aproxima al de
una víctima de su propia esposa. Es un instrumento de la que ella se vale para
alcanzar el poder. Veo a Macbeth como un personaje frágil, débil, atormentado,
sobrepasado por la maldad conyugal.
No hace falta viajar hasta Berlín para escuchar a Plácido Domingo. Su
don de la ubicuidad lo coloca en Barcelona como protagonista de 'I due Foscari'
en versión concierto (30 de abril, 3 de mayo), aunque antes se pluriemplea en
el Palau de les Arts de Valencia, compaginando su faceta de director de
orquesta -estrena 'Manon Lescaut' el 9 de diciembre- con su papel de
cantante en 'Luisa Fernanda' (del 15 de diciembre en adelante).
El compromiso de Domingo mantiene a flote la reputación del Palau de
les Arts, víctima de los recortes presupuestarios y de su propio gigantismo, es
decir, de la megalomanía y de la propaganda con que el ex presidente
Camps concibió el gran teatro mediterráneo de la ópera.
El proyecto sobrevive ahora con enormes dificultades. Y con la lealtad
de Domingo, titular a su vez de un centro de perfeccionamiento de cantantes que
reivindica su vinculación a los valores de 'cantera'.
¿Cómo observa la crisis española?
Salimos
demasiado en los periódicos por malas noticias. Se habla de corrupción, de
desempleo. España está sufriendo mucho. Y mi impresión es que estamos viviendo
una nueva transición, aunque no está claro dónde va a llevarnos esta segunda
transición.
¿Podemos?
Quienes
ya tenemos años y experiencia, sabemos cómo evolucionan muchos fenómenos
políticos que se llaman regeneracionistas. Creo que aportan vitalidad. Y que
suscitan un entusiasmo, una ilusión. Por eso nos aferramos a soluciones
alternativas. Vivimos un periodo de descrédito para los partidos
convencionales. Pero creo que debemos también estar atento a los desengaños.
¿Qué quiere decir?
Pues
que me acuerdo del socialismo. Y de Felipe González. De la renovación que
anunciaba el PSOE, de los rasgos renovadores con que se presentaba. España
entonces quedó seducida por el impacto de un cambio, un gran cambio. Se produjo
un vuelco electoral, al que luego, sin embargo, sucedió un cierto desengaño. Y
entonces ocurrió que el PSOE se terminó convirtiendo en un partido conservador,
en una fuerza política de derechas. Quiero decir que la ilusión que pueda
suscitar Podemos necesita contrastarse con la realidad. No deben crearse
grandes expectativas. Pero sí deben establecerse límites a la corrupción. Y
soluciones.
¿En cuál está pensando?
España
tiene un gran problema con la economía sumergida. Y debe emerger, pero debe
hacerlo de una manera en que el Estado sea más sensato con sus políticas
fiscales. Los impuestos son excesivos y la presión fiscal misma incentiva toda
suerte de escapatorias.
Plácido Domingo ha echado raíces en España. Su agenda lo convierte en
una especie de apátrida, pero ha adquirido un piso en Madrid. Y no exactamente
en la calle Ibiza. Que fue donde nació hace 73 años, como acreditan una placa y
la propia partida bautismal.
Se había interpretado la mudanza como una manera de subrayar su
vinculación al Teatro Real y de postularse como hipotético sobreintendente,
pero ocurre que los escenarios alejan a Domingo de los despachos. Lo
reclaman como director de orquesta y como barítono verdiano. Y lo consagran
como a un superhéroe, aunque esta concepción hagiográfica del monstruo también
comporta momentos de decaimiento.
Sucedió este pasado verano en el Festival de Salzburgo. Plácido
Domingo tuvo que abdicar del Trovatore después de la segunda función. Y
exponerse a los reproches de la crítica europea.
"No tenía que haber cantado, pero lo hice en unas condiciones
inadecuadas. Tenía una seria infección. Y me medicaron con unas inyecciones
contra el asma que me dejaron completamente trastocado. No tenía ni aire para
cantar. Luego los médicos de mi confianza me explicaron que esas inyecciones
fueron un disparate. Traté de sobreponerme a esas adversidades. Y me pudo
la sensación de no poder corresponder a todos esos espectadores que habían
venido a escucharme".
Tendrá ocasión de redimirse el próximo mes de agosto. Domingo regresa
a Salzburgo con la misma producción del 'Trovatore'. No le gusta en absoluto el
montaje escénico de Alvis Hermanis, que traslada la ópera a un museo, pero sí
le entusiasma colocarse otra vez a la vera de Anna Netrebko. "Es una
cantante extraordinaria. Y creo verosímil empezar a compararla a Maria
Callas. Me refiero a la personalidad, a las cualidades vocales, al poder
escénico. Netrebko puede ser una cantante de época, si es que ni lo es ya. Es
una cantante magnética y provista además de unas condiciones musicales
impresionantes. Una enorme y madura artista".
Revisten importancia los elogios porque Domingo no suele regalarlos y
porque su trayectoria de medio siglo largo en los escenarios le ha permitido
'exponerse' a las mayores cantantes de nuestro tiempo. Podríamos citar a
la Tebaldi, a la Barbieri, a Mirella Freni y a la Scotto, a Galina Vishnevskaya
y Joan Sutherland, a Marilyn Horne y a la Caballé, pero el álbum de los
recuerdos incluye una función de Lucia di Lammermoor con Lily Pons. Que había
nacido en ¡1898!
http://www.elmundo.es/cultura/2014/11/28/54777158268e3e7c2f8b457d.html