Clara Morales Madrid
La casita construida para la exposición 'Hansel y
Gretel en la biblioteca de chocolate'. / LUIS SEVILLANO
Unos niños abandonados por sus padres asesinan a una anciana que
pretendía comérselos. Con este titular, Hansel y Gretel parece de todo
menos una historia infantil. Mucho menos, un cuento navideño, como dicta la
tradición. Sin embargo, la Biblioteca Nacional ha optado por acogerse a la
costumbre y desafiar a la lógica con su exposición Hansel y Gretel en la biblioteca de chocolate,
que coincide con la representación (entre el 20 de enero y el 7 de febrero) de la ópera
homónima en el Teatro Real.
La muestra de la BNE recoge una veintena de ediciones del cuento de
las más de 200 que guarda la institución, datadas entre finales del siglo XIX y
este mismo año. Junto a ellas, 16 ilustraciones originales que se corresponden
con las últimas publicaciones del clásico.
Alberto Urdiales, ilustrador y comisario de la muestra, se ha llevado
varias sorpresas durante su buceo en los fondos de la Biblioteca. La primera
fue observar que, pese a la aparente popularidad del cuento, en España solo hay
ediciones del cuento fuera de una colección de relatos a partir de 1900, ocho
décadas después de la publicación de los Grimm. “Lo primero que he encontrado
es de Calleja. Y se ven cambios en el título: Pepito y Margarita, Anita
y Pepito, La casa de chocolate... Se ve que era demasiado germánico,
demasiado ajeno”, reflexiona Urdiales. El Hänsel und Gretel operístico
ha seguido en España la misma suerte. La última vez que se representó fue en el
Liceo de Barcelona en 1976, exceptuando una versión con títeres estrenada allí mismo en 2003. “Al tener una influencia
wagneriana enorme, las obras del propio Wagner la han apartado del repertorio”,
señala Joan Matabosch, director artístico del Teatro Real.
Luego están las variaciones de la tremenda historia de abandono y
canibalismo que recogen los Grimm. “Curiosamente”, dice el comisario, “si se
dulcifica algo no es que la bruja se los quiera comer, que ya es
suficientemente terrible, sino el hecho de que los padres los dejen en el
bosque”. “Quizás porque, de toda la historia, esto es lo que parece más
posible, lo que es más cercano al mundo adulto”, cuenta Fernando Diego García,
director editorial de Libros del Zorro Rojo y padre de uno de los ejemplares
expuestos en la muestra.
Las ilustraciones de esta versión publicada en 2010 están firmadas por
Lorenzo Mattotti y nacieron como un encargo de The New Yorker a varios
dibujantes, incluido el italiano, en 2007. Sus imágenes en blanco y negro,
oscuras e inquietantes (reeditadas el pasado otoño en EE UU junto a un texto de Neil
Gaiman) chocan con los sonrosados niños de las ediciones españolas de los
sesenta. “Entonces aparecen variaciones sobre la historia en las que los niños,
en vez de ser abandonados, van voluntariamente al bosque para ayudar a sus
padres a paliar esa pobreza”, cuenta Urdiales.
La ópera de Engelbert Humperdinck, estrenada en 1893 bajo la batuta de
Richard Strauss, sufre también ciertas amputaciones benevolentes. Hansel y
Gretel no son abandonados por su padre y madrastra, sino que se pierden en el
bosque. Joan Matabosch, asegura que esa dosis extra de azúcar solo está en el
libreto: “La versión deja muchos cabos sueltos para que un director de escena
pueda dar su visión. La ópera, por ejemplo, abre la puerta a algo atroz que es
que la madre y la bruja sean interpretadas por la misma persona. Eso puede ser
perturbador para según qué edades”.
Matabosch tampoco se explica por qué la tradición centroeuropea y
anglosajona ha asociado esta obra a las fiesta navideñas: “Quizás tiene que ver
con que los hermanos Grimm remiten a niños, y los niños a la Navidad. Pero es
mucho menos para niños de lo que se piensa. Los textos recogidos por los Grimm
son muy crueles, y la ópera no se queda atrás”.
El bosque que recrea la exposición de la Biblioteca Nacional
(museografía de Enrique Bonet) parece libre de los peligros que acechaban a los
dos hermanos. La zona de dibujos y el vídeo informativo parecen indicar que se
trata de una muestra pensada para los más pequeños y alejada del lado tenebroso
de la historia. Un detalle recuerda, sin embargo, lo truculento del cuento de
los Grimm: en la casita de chocolate construida en la exposición no falta la
jaula para niños.
http://ccaa.elpais.com/ccaa/2014/12/30/madrid/1419964376_840952.html
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