Visualmente, el espectáculo
fue descorazonador; musicalmente, todo tuvo otro nivel
Una versión en concierto de una ópera, por su propia naturaleza y sea
el título que sea, requiere siempre cuidados especiales para que las esencias
del género lírico se mantengan, las emociones no decaigan y el espectáculo
tenga su propia personalidad. De entrada es discutible limitar el apartado
teatral y visual de una ópera, pero a veces se hace de la necesidad virtud, y
se recuperan con este formato títulos casi desconocidos o se realizan algunas
versiones de insólito interés por la disponibilidad temporal de algunos
intérpretes.
De Charles Gounod. Ópera en versión de concierto. Con Roberto Alagna y
Sonya Yoncheva. Director musical: Michel Plasson. Sinfónica de Madrid, Coro
Intermezzo. Teatro Real, 16 de diciembre.
La programación de Roméo et Juliette, de Gounod, en versión
concierto me parece un poco forzada -la excusa “a los 140 años de su estreno en
el Real” que figura en el programa general de la temporada del Real es
ridícula- y la renuncia a una versión al menos semiescenificada intensifica los
riesgos. Una cosa es prescindir de escenografía y vestuario y otra, muy
distinta, del gesto teatral, más todavía en una obra basada en Shakespeare.
Así, visualmente hablando, el espectáculo fue de una frialdad descorazonadora,
cuando un mínimo trabajo expresivo en los personajes principales podría haber
elevado la ópera a otras cotas artísticas, más en consonancia con su capacidad
reflexiva y humanista. Los movimientos estereotipados, la uniformidad en la
presentación y hasta los tics de otras épocas no solamente distraen sino que
también distancian.
Musicalmente todo tuvo otro nivel. El tenor francés de origen
siciliano Roberto Alagna mantiene su tirón mediatico con el paso del tiempo, y
su actuación fue muy superior a la última en este teatro, en junio de 2008, con
un recital en torno a Verdi de triste recuerdo. Roméo es seguramente uno de los
grandes papeles de su carrera, en esa equilibrada confluencia de estilo, fraseo
y color que se manifestó a la perfección en todo el segundo acto y, en general,
en toda la representación. Momentos como la cavatina Lève-toi, soleil
del segundo acto o el dúo Nuit d´hyménée del cuarto acto fueron
realmente emotivos.
A su lado la soprano búlgara Sonya Yoncheva mostró su empuje y buen
momento vocal en el personaje de Juliette, formando con Alagna una buena pareja
musical , bien arropada desde la dirección musical por el veterano maestro
francés Michel Plasson, toda una garantía en este repertorio. De hecho mereció
aclamaciones y bravos ya en el intermedio del concierto. En enero Alagna y
Plasson se desplazan a Bilbao para representar Werther, de Massenet, en la
temporada de la ABAO, aunque aqui con escena incluida.Los triunfadores de la
noche fueron el trío Alagna- Yoncheva- Plasson, pero el reparto vocal en su
conjunto fue de notable entidad y la orquesta y coro del Teatro Real realizaron
un trabajo enjundioso y de calidad. Flotaba en cualquier caso en el ambiente
cierta sensación de melancolía. Podía pensarse en que se había retrocedido un
par de décadas y la ópera volvía a tener ese tufillo museístico y
sentimentaloide. Quizás sea solo una impresión, no sé...
http://cultura.elpais.com/cultura/2014/12/17/actualidad/1418823828_060588.html
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