El maestro dirige la orquesta de jóvenes Cherubini por diversos centros de Italia
Juan Ángel Vela del Campo Nápoles
Muti, en el
Conservatorio San Pietro a Majella, de Nápoles. / Enzo Conte
Huérfanos de Riccardo Muti se habían vuelto a quedar
muchos aficionados a la ópera, tras su reciente dimisión como “director
honorario de por vida” en la Ópera de Roma, después de habernos regalado en los
últimos años versiones musicales sencillamente insuperables de títulos
verdianos como Ernani, Attila, Nabucco, I due Foscari o Simon
Boccanegra. La anunciada Aida se ha quedado en la trastienda. El
fantasma del desenlace de sus 19 años como titular del teatro de la Scala de
Milán volvió a aparecer y eran muchos los que se preguntaban qué papel iba a
jugar ahora Muti en la vida musical de su país, después de dos desencuentros
tan sonados. Tenía, eso sí, la compensación de la dirección de la Sinfónica de
Chicago -sus dos conciertos en el Festival de Canarias en 2014 han sido para
este comentarista lo mejor del año sinfónico-, pero Estados Unidos no está
precisamente a la vuelta de la esquina. Pues bien, Muti no se ha hecho esperar
y ha reaparecido en Italia este mes de diciembre.
Nada de grandes teatros de ópera o
de orquestas afamadas. Coincidiendo con el décimo aniversario de la orquesta de
jóvenes Cherubini, que él mismo fundó, está realizando una gira con estos
músicos de 18 a 27 años que, después de inaugurar un nuevo auditorio en
Florencia, les ha llevado al histórico conservatorio San Pietro a Majella de
Nápoles, donde Muti estudió; a las poblaciones de Foggia y Altamura, en Puglia,
con motivo de la reapertura de los teatros históricos Umberto Giordano y
Saverio Mercadante; al teatro Petruzzelli de Bari, también en Puglia; al Teatro
Ponchielli de Cremona, y al teatro Rossini, de Pesaro, donde culmina este
singular recorrido el próximo 16 de diciembre.
La obra básica que interpretan es
la Cuarta sinfonía en do menor, D.417, de Schubert, pero los programas
se completan con obras de Mozart, Chaikovski, Rossini, Mercadante o Martucci,
según los lugares. La gira tendrá una prórroga a mediados de marzo, con la
misma filosofía, en Piacenza, Novara y Barcelona, antes de trasladarse director
y orquesta a Abu Dabi y Omán. He tenido la fortuna de presenciar la experiencia
de Nápoles, y les aseguro que ha sido espectacularmente afectiva. Por razones
de espacio, estaba estructurada en dos partes, una a las cinco de la tarde,
para estudiantes y profesores del Conservatorio, con una metodología de clase
magistral, y la segunda, a las ocho, para público en general y autoridades
culturales en particular, en formato de concierto convencional, aunque con
entrega por el alcalde Nápoles de las llaves de la ciudad y distinciones por el
estilo. Muti se ha negado en rotundo a dirigir en cualquier lugar de Nápoles
que no fuese el Conservatorio San Pietro a Majella, a pesar de presiones de
todo tipo. También ha sido particularmente distante en sus discursos con la
clase política, sobre todo en su falta de proyección educativa en el terreno
musical. En la explicación de la sinfonía a los jóvenes se mostró, sin embargo,
divertido y relajado. Su facilidad didáctica salió a flote en todo momento. Y
su lucidez. Dos horas le llevó explicar una sinfonía de apenas media hora.
Después, en homenaje al
Conservatorio partenopeo, dirigió un Notturno, de Giuseppe Martucci, un
compositor de Capua, ligado en su tiempo al San Pietro a Majella. En la sala
del conservatorio que lleva su nombre, Wagner escuchó el Miserere, de
Leonardo Leo, y recientemente se ha celebrado allí un congreso internacional
dedicado a Niccolò Jommelli en el tercer centenario de su nacimiento.
Los próximos
planes de Muti en Italia pasan por la Italian Opera Academy, unas clases
magistrales para directores de orquesta y colaboradores en Rávena, durante los
ensayos de Falstaff, de Verdi, el próximo julio. El retorno a las raíces
y la vocación pedagógica saltan a cada instante. No sé si como titulaba hace
unos días el Corriere della Sera, Riccardo Muti es el “più grande
direttore vivente”. Lo que sí está fuera de dudas es que ha comprendido
como nadie el papel comprometido y social del director de orquesta en el siglo
XXI.
http://cultura.elpais.com/cultura/2014/12/13/actualidad/1418477468_486484.html
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