Roger
Salas Montecarlo
Vladislav Lantratov y Ekaterina Krisanova, en el
segundo acto. / ALICE BLANGERO
Para abrir los actos del año Rusia-Montecarlo, el Ballet del Teatro
Bolshoi de Moscú estrenó el viernes en el pequeño estado de la Costa Azul y en
su flamante nueva ópera una enorme y contundente propuesta de nuevo ballet
narrativo, la adaptación de un Shakespeare coreografiada por un francés. Hay
muchas cosas novedosas en este empeño, pues el Bolshoi, embarcado en su
renovación y su lucha por la primacía del ballet mundial, no escatima en
esfuerzos ni tampoco en gastos.
Cuando Jean-Christophe Maillot llegó a Moscú para comenzar los
trabajos de montaje de este nuevo ballet basado en la comedia La fierecilla
domada, de William Shakespeare, aun la potente burocracia del ente lírico y
de ballet moscovita no había asignado un responsable musical a la nueva
producción; se sabía que Maillot había expresado su deseo de trabajar sobre
música de Dimitri Shostakovich, de modo que fue el coreógrafo en solitario
quién hilvanó la partitura usando fragmentos del compositor de distintas
épocas, pero que justificaban el guión, que ya había elaborado junto al
escritor Jean Rouaud. En el equipo de Maillot, un español: el bilbaíno Josu
Zabala, que viajó con él a Moscú y hace el papel de maître principal
junto a los moscovitas Jan Godovski y Victor Barikin. Sus otros dos
colaboradores habituales también están: Dominique Drillot en las luces y Ernest
Pignon-Ernest en la escenografía.
La fierecilla domada se divide en dos actos y
discurren a una velocidad de vértigo, la historia se explica sola a través de
un baile lleno de dificultad y exigencias de virtuosismo que la nueva
generación de bailarines del Bolshoi hace de manera deliciosa y arriesgando,
con grandeza y con estilo, con un enorme Vladislav Lantratov en Petruchio y un
exquisito Semion Chudin en el papel de Lucento. La Katharina de Ekaterina
Krisanova es fogosa, dominadora de las situaciones y sin miedo (ese pas de
deux sensual de la cama es lo más sexual que se ha visto en ballet en
años); no se queda atrás el chulesco Hortensio de Igor Tsvirko o la sutil
Bianca de Anastasia Stashkevich.
Todo el elenco es de una técnica y un poder deslumbrantes, y si eso
sumamos la música de un siempre sorprendente Shostakovich, el cóctel del éxito
está servido; el director musical Igor Dronov bordó la batuta al frente de la
orquesta Filarmónica de Montecarlo, entregó un Shostakovich prismático y
elocuente, desde que ironiza con los tiempos del vals a cuando usa sin
despeinarse y con ironía los aires del foxtrot y del ragtime.
Maillot vuelve a su senda original, a su raíz de usufructo del gran ballet
académico desde una óptica actual, veloz y llena de chispa. En el patio de
butacas estaba Serguei Filin, muy elegante con su aire parsimonioso de manejar
la compañía de ballet más grande y poderosa del orbe, con sus enormes gafas
oscuras especiales desde el atentado con ácido sufrido en Moscú.
No está claro cuánto ve a día de hoy tras más de 40 operaciones de los
ojos, pero el caso es que sigue al pie del cañón, con sus ideas modernizadoras
y su programa de futuro del que esta Fierecilla domada, en cartel hasta
hoy, es un victorioso ejemplo.
http://cultura.elpais.com/cultura/2014/12/20/actualidad/1419105007_753106.html
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