ISABEL FERRER La Haya
Simulación digital con los colores
originales de 'El dormitorio en Arlés' (1888), a la izquierda, y estado actual
del óleo de Van Gogh.
Afirmar que los colores de Van Gogh
muestran su estado de ánimo puede resultar un lugar común. Pero la pasión con
la que el artista holandés explicaba a su hermano, Theo, por carta, las mezclas
elegidas para sus composiciones es reveladora: “Sólo el color debe hacerlo todo
(…) sugiriendo un cierto descanso o sueño. La cama y las sillas, amarillas; la
sábana y las almohadas, verde limón claro. La colcha, escarlata. El lavabo,
naranja. Las puertas, lila (…) No hay blanco ni sombras”, dice, al describir El
dormitorio en Arlés (1888). Lo que Vincent ignoraba entonces es que su
éxito posterior, el mismo que se le escapó en vida, a punto está de acabar con
la intensidad de su paleta. La exposición a la luz ha transformado ya en azul
el violeta de su Campo de lirios en Arlés, pintado el mismo
año, y amenaza el resto de la colección. Por eso, el museo que lleva su nombre en
Ámsterdam, recién remodelado, ha decidido atenuar la iluminación de
las salas.
La perdida de intensidad de los
colores de Van Gogh ha sido constatada por Ella Hendriks, restauradora
principal del centro, en la famosa tela de los lirios. Pintada durante su
estancia en la ciudad francesa de Arlés, donde quiso formar una comunidad de
artistas con su colega, Paul Gauguin, los historiadores la presentan como un
“alarde técnico que mezcla perspectiva, detalle y brochazos apresurados en el
cielo”. Lo que Hendriks ha visto es otra cosa: “Con ayuda del microscopio hemos
observado que el pigmento rojo de los lirios ha ido desapareciendo por culpa de
la exposición a la luz”, asegura. El resultado es que las flores son ahora más
azules que violeta. De no poner coto a la iluminación soportada por los lienzos
en el museo, los tonos corren incluso peligro de desaparecer.
El problema de los colores de Van
Gogh puede hacerse extensivo a los demás pintores de su generación. En
particular los impresionistas, que también utilizaron pinturas sintéticas.
Según los restauradores, el problema es que eran nuevas y los fabricantes no
seguían protocolos estandarizados para conseguirlas. Eran más bien artesanos
diversos que mezclaban aceites y polvos, y de ahí que los porcentajes pudieran
variar casi en cada tubo. No es que Van Gogh, siempre escaso de fondos, aprovechara
las marcas más baratas. “Una vez retirada la capa de barniz de la última
restauración, fechada en 1927, puede verse que los azules del cielo son más
frescos, pero los lirios han cambiado de color”, ha declarado la restauradora a
la televisión pública (NOS).
Autorretrato de Vicent van Gogh
(1887).
En la investigación ha participado
a su vez la Universidad holandesa de Tilburg y el Servicio Nacional para el
Patrimonio Cultural. Entre todos, han echado un vistazo al futuro del colorido
en la obra del holandés. Una restauración respetuosa nunca se repinta un cuadro
a la manera del artista, así que para adelantar el proceso de deterioro
derivado de la intensidad lumínica, se ha hecho una simulación digital. Ella
Hendriks ha tomado para ello El dormitorio en Arlés, un óleo que
debía transmitir sosiego al espectador gracias su combinación de colores
complementarios: rojo y verde, amarillo y violeta, verde y
naranja. “Donde ahora vemos azul y blanco, en la puerta y la pared, a la
izquierda, había en origen rojo o lila. Van Gogh era un artista de amarillo y
violeta, no tanto de contrastes entre azules y amarillos”, dice.
Otra cosa es que la contemplación
del cuadro, haya mejorado su efecto tranquilizador a medida que ha ido
difuminándose. Recién pintado, al menos tal y como aparece en la simulación, la
recreacion del cuarto debió de ser cuando menos intensa. No hay que olvidar que
durante sus días en Arlés el pintor se peleó con Gauguin. Al ver que su
colectivo artístico, un ideal largamente acariciado, se iba al traste, se
separaron de mala manera. El corte de su oreja, sobre el que circulan todavía
numerosas teorías, ocurrió también entonces.
La remodelación interior del museo
de Ámsterdam ha coincidido con las investigaciones, y la dirección ha sido
expedita. Algunas paredes blancas lucen ahora gris verdoso. Un tono que precisa
menos luz eléctrica para admirar los cuadros. “Hacemos lo posible por
adaptarnos a lo que propone la ciencia, y pensamos que será aceptado por el
público”, ha dicho Kees van den Meiracker, jefe de colecciones del centro, uno
de los mayores atractivos turísticos del país. A pesar de ello, entre las ideas
barajadas hoy figura exponer menos los óleos delicados. Porque si los expertos
ha acertado con sus cálculos, su colección del artista –procedente de la
familia y heredada por Vincent Willem, hijo de Theo van Gogh– ha soportado ya
toda la luz que podía durante un periodo de treinta años.
Tres décadas es una medida considerada
estándar, y no todos los cuadros reciben la misma intensidad de luz. En algunos
casos, se acumulan en más, o menos, tiempo. Teniendo en cuenta que el museo de
Ámsterdam abrió sus puertas en 1973, en su caso, las medidas protectoras no
pueden retrasarse. Eso, o verse obligados a colgar, temporalmente, copias de
las obras. Una solución radical que nadie quiere aplicar.
http://cultura.elpais.com/cultura/2014/12/07/actualidad/1417971910_773949.html
No hay comentarios:
Publicar un comentario