El filme de Mike Leigh, llega a las
pantallas a la vez que la Tate Britain rinde homenaje al último periodo de un
artista que revolucionó al final de su vida la mirada del siglo
LUIS MARTÍNEZ Enviado especial Londres
Una encuesta reciente eligió 'El Temerario
remolcado a dique seco', la metáfora precisa de un imperio atrapado entre
el esplendor de lo viejo y la furia de lo nuevo, como el cuadro más
admirado y querido por los ingleses y alrededores. La encuesta, obviamente,
era entre británicos. Mike Leigh escucha en un hotel del Soho londinense, no
lejos de su estudio, la frase anterior y carraspea. Se diría que en el timbre
del sonido gutural de su voz matinal y burbujeante (con perdón) se adivina la
profundidad de la respuesta. Cuanto más enérgico, mejor. "De adolescente
lo sabía todo de Picasso, de los impresionistas o, incluso, de Dalí. Turner o
Constable me parecían los típicos que aparecen en las cajas de bombones. No me
interesaban lo más mínimo. Muchos artistas están manchados por el contexto.
Luego, con el tiempo, cambias de idea. La obra, por ejemplo, de Dalí sólo sirve
para imanes de frigorífico", dice.
- ¿Y cuándo cambió su idea de Turner?
- En cuanto empecé a interesarme por el cine.
Entonces descubrí quesu forma de relacionarse con el espacio y con la luz es
muy cinematográfica, sin duda.
Sea por ello o por la simple insistencia (el
proyecto tiene más de 15 años), su última película, que se estrena este
viernes, atiende al título de 'Mr. Turner'. El director británico de 71 años
cumple así un viejo sueño y lo hace justo cuando la Tate Britain, la principal
depositaria del legado de casi 20.000 cuadros que el pintor cedió al Estado,
exhibe desde el fin del verano la muestra 'Late Turner. Painting set free'. De
alguna forma, una y otra, película y exhibición, se ponen de acuerdo para
reivindicar algo más que simplemente la figura de un gigante. Las dos quieren
detenerse en la mirada fracturada y violenta de un viejo tan irascible como
incómodo para la sociedad de la época. Fue a partir de 1835, cuando el Joseph
Mallord William Turner alcanzó los 60 años, cuando su arte y su paleta
adquirieron la textura y el gesto de la revolución. De golpe, el uso dramático
del vortex, una técnica de sus últimos trabajos, le colocó con años, décadas y
siglos de antelación en el espejo de los impresionistas. Del propio Mark Rothko
tal vez. "Es curioso", reflexiona Leigh de nuevo tras la protocolaria
tos, "que es en la juventud cuando a un artista se le supone con la ganas
y energías para discutir cada prejuicio. Sin embargo, y sin que se sepa con
claridad por qué, en Turner fue al revés. No sé, se me ocurre que con Goya pudo
pasar lo mismo".
- ¿Y con usted? Al fin y al cabo, siempre tiene
algo de reflexión sobre uno mismo cuando un artista habla de otro artista...
Fotograma de 'Mr. Turner'.
- Si está sugiriendo si creo que mi vida o mi trabajo se parecen a la vida o trabajo de Turner, me va a permitir que me ría. No soy tan estúpido para intentar algo parecido. Nunca he hecho una película pensando exclusivamente en mí. Es díficil explicar por qué se hace una película. Sin duda, está la propia fascinación por el artista. Pero una de las cosas que más me motivó fue subvertir esa extraña mística que rodea al mundo del arte. Tras ver la película muchos me confiesan que no creían que él fuera así. Se imaginan que los artistas viven en mundos paralelos e intangibles sólo preocupados por cosas nobles. A mí me interesa la nobleza del trabajo duro; la nobleza de lo cotidiano, de lo sucio.
Y, en efecto, lo que se ve en 'Mr. Turner'
no puede andar más lejos del biopic al uso. Timothy Spall, recientemente
nombrado mejor actor del año en los Premios del Cine Europeo, se mueve por la
pantalla como lo haría un animal herido. Sus gruñidos, pues básicamente su
trabajo consiste en eso, adquieren la claridad del más florido monólogo
shakespeariano en cada escena. Cautiva, subyuga y entusiasma su tierno y cálido
retrato de la furia. Gruñe él como carraspean otros. En un momento dado, escupe
sobre uno de los lienzos en busca de la expresividad que el óleo no alcalza. En
otra escena, arremete contra el paisaje marino Helvoetsluys con furia de
vándalo. Y siempre permanece impávido y, en efecto, carraspeante. Pero, ¿fue
realmente el pintor así?
Leigh es celébre por construir cada una de sus
películas, desde 'Secretos y mentiras' a 'Another year', desde un minucioso
trabajo de improvisación. ¿Es eso posible cuando lo que se cuenta es una vida
real? "Por supuesto", dice rotundo y sin mediar esta vez sonido
gutural alguno. Le pueden las prisas esta vez. Luego se toma un segundo y, en
efecto, se aclara la voz: "Por mucho que conozcas la vida de alguien,
aunque leas los mil libros que he leído antes de preparar la cinta, la vida, la
de verdad, es otra cosa. Sabemos que Turner hacía que sus posibles compradores
pasaran antes por una habitación oscura antes de contemplar un cuadro a plena
luz del día. Era un truco para favorecer el contraste. Sabemos que espiaba por
un agujero a los que veían sus cuadros para escuchar sus comentarios y
reacciones. Y sí, cuando murió, sus últimas palabras fueron: 'El Sol es
Dios'. No soy tan bueno para inventar todo esto. Pero cómo ocurría,
qué pasaba realmente, eso es necesariamente un misterio y forma parte del
trabajo orgánico de componer una obra, una película".
- No es la primera vez que se ocupa en su cine de
la vejez, del proceso de envejecer...
- A cierta edad se hacen estas cosas. Creo que es
una preocupación natural en cualquier hombre. Me niego a considerar este asunto
desde el punto de vista del artista. Le contaré que mi hermana es una mujer
mayor que vive en Manchester. Es lo que se podría considerar una persona
frustrada, burguesa... Cuando hablo con ella es deprimente. Siempre me dice:
"Mike, tienes que enfrentarte al hecho de que eres viejo". Para ella
todo se acabó. Ya no hay nada que hacer. Yo creo que la pregunta por el paso
del tiempo tiene mucho que ver con la pregunta sobre cómo encuentras
placer en la vida, cómo eres feliz... Y eso nos atañe a todos, seamos
artistas o no. ¿No cree?
Nadie se atreve a llevar la contraria a Leigh.
Nosotros tampoco.
En un momento de la exposición, el paseante se
tropieza con dos cuadros extraños. Lo más raros de todos por radical y turbia
claridad. 'Shade and darkness' y 'Light and colour'. No hay formas, sólo la
pasión arrebatada. Y pintada. Por ellos fue acusado de loco. ¿Es el destino de
un artista acabar loco? Y Leigh carraspea. "No sé qué decir". El
carraspeo como bella arte.
http://www.elmundo.es/cultura/2014/12/16/548f3f9e22601dc7278b4570.html
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