martes, 9 de diciembre de 2014

HIP HOP: RIMAS, PANDILLAS Y GRAFITIS




Bailarines de 'breakdance' en las calle de Nueva York, en 1981. PYMCA
DARÍO PRIETO Madrid

De los guetos de San Luis al dowtown de Los Ángeles, de las playas de Dakar a los escombos de Damasco y de los parques de Alcorcón a las pistas de skate de Tokio la escena se repite: un grafiti en una pared y un grupo de jóvenes rapeando sus cosas. En menos de 40 años, el hip hop se ha extendido por todo el mundo como ninguna otra cultura juvenil, llegando a sitios donde el rock no ha podido llegar. La forma de vida asociada a los «cuatro elementos» (el rapeo de los MC's, la música de los DJ's, el baile o breakdance y el arte urbano a través del grafiti) cambió para siempre la forma de decir y hacer las cosas, y su vigor parece estar muy lejos de apagarse.
Hay muchos estudios sobre el hip hop, pero el de Jeff Chang pasa por ser la biblia de este fenómeno. Generación hip-hop. De la guerra de pandillas y el grafiti al gangsta rap, aparecido en inglés en 2005 y publicado ahora en español por la editorial argentina Caja Negra, es una exhaustiva historia que llega hasta la llegada del siglo XXI y la irrupción de Eminem en la escena.
El tratado de Chang se caracteriza por la importancia del contexto social para articular el relato. En cuanto miembro de una minoría dentro de la ensalada cultural estadounidense -es de origen chino y hawaiano- Chang subraya los aspectos políticos, filosóficos o revolucionarios del hip hop. Seducido por esta cultura, no sólo ha contribuido a divulgarla a través de libros y artículos de prensa, sino que también llegó a fundar el sello Solesides, donde empezó a despuntar el californiano DJ Shadow y que acabaría dando origen al prestigioso colectivo Quannum Projects.
«Escuché por primera vez el Rapper's delight a los 12 años, cuando vivía en Honolulu, Hawai», recuerda Chang en una conversación con este diario. «Al igual que los otros chicos de la escuela, las rimas me volvieron loco. Fue un poco antes de que empezase a entender que el rap era parte de un movimiento mucho más grande. Una vez que descubrí lo que incluía -grafiti, baile, DJ y rapeo- quise aprender todo lo posible sobre ello. Me cautivó el hecho de que fuesen chicos negros que parecían tener el control de su mundo. Tenían su propia jerga, su propia manera de vestir, su propia chulería. Ahí fue cuando realmente caí dentro de ese universo».
El tratado de Chang se detiene con especial interés en los orígenes de todo, en lo que pasó antes de que se pronunciase el primer verso de un rap y de que el primer grafitero colocase su tag sobre una pared. Es decir, el Bronx. Durante la década de los 70, el barrio de Nueva York vivió un proceso de degradación provocado por el abandono de las autoridades locales y por proyectos que modificaron dramáticamente su geografía, como la Cross Bronx Expressway diseñada por el urbanista Robert Moses, una autopista que seccionó y aisló, como una herida sin cauterizar, miles de viviendas abandonadas a su suerte. La población mayoritariamente blanca de la zona se mudó a otros barrios y comenzaron a proliferar los incendios intencionados de edificios, mientras en las calles los jóvenes, principalmente negros y puertorriqueños, se agrupaban en pandillas para hacer frente a una policía hostil y un futuro sin expectativas.
Los primeros nombres del género
En ese escenario fue donde empezaron a funcionar los primeros nombres del género, como Afrika Bambaataa, Grandmaster Flash y DJ Kool Herc. Este último, autor del prólogo del libro, encarna una de las principales aportaciones que sucedieron en el génesis del hip hop, al traer de su Jamaica natal los soundsystems -fiestas callejeras con potentes equipos de sonido con el disc jockey como maestro de ceremonias- y otras aportaciones (la filosofía del dub, el toasting o proto-rapeo y la vocación contestataria) que Chang considera fundamentales para entender el desarrollo posterior de esta cultura.
«Mi formación ha sido como periodista y crítico musical. Y creo que puedo hablar de musicología con los mejores del mundo -ésa es la chulería hip-hopera que me sale-», bromea Chang sobre el tono del libro. «Pero es cierto que quería hablar del hip hop en su contexto social más amplio, explicar cómo el contenido del hip hop fue moldeado por ese contexto y cómo cambió el propio contexto social. Lo hice así porque es la forma en que lo viví desde el principio. No estaba interesado en elaborar un mero escrutinio de un listado de discos como si fuesen objetos fuera de su espacio y de su tiempo, aunque podría hacerlo. Pero eso no es lo que buscaba: las personas experimentan la música juntos y quería capturar esa experiencia común». El propio Kool Herc lo cuenta en el prólogo.
«El hip hop lo recibe a uno con los brazos abiertos. Somos una familia. Lo importante no es la cantidad de balas que dispara tu arma, ni usar zapatillas de 200 dólares, ni ver si soy mejor que tú o si tú eres mejor que yo. Lo importante es la relación entre nosotros, conectarse el uno con el otro. Por eso tiene un atractivo universal. Ha dado a los jóvenes una manera de entender su propio mundo, vivan en los suburbios, en la ciudad o donde sea».
Chang también quería contar la historia de aquellos que llegaron a la mayoría de edad después del movimiento de los derechos civiles en EEUU. «El hip hop ha sido nuestro lenguaje, la forma en que nos hablamos entre nosotros. Y a través de ella hemos encontrado un significado común. ¿Cómo sucedió? ¿Qué significa para nuestra actual forma de vida? Son grandes preguntas, pero es lo que el hip hop ha significado para mí y millones más como yo. Quería describir la visión del mundo que el hip hop nos ha dado», asegura el autor.
En cierta forma, la tesis del musicólogo es que tras la ilusión de que los problemas raciales habían quedado resueltos en Estados Unidos en la década de los 60, la situación no sólo no mejoró sino que empeoró notablemente para la población negra. «En mi nuevo libro, Who We Be: La coloración de América, sostengo que la división racial ha sido la más importante en la historia de los Estados Unidos», apunta sobre este aspecto. «Ha estado a punto de llevar a nuestro país a la disolución una y otra vez. Por un lado, la elección de Barack Obama ha creado un escenario en el que hay una apertura a la comprensión de cómo el país ha llegado a este momento de su historia. Por otro lado, ha creado una reacción por parte de los pensadores conservadores, que se sienten incómodos por la forma en que EEUU está cambiado demográfica y culturalmente».
Sentimientos y aspiraciones de una generación
El hip hop, según Chang, «lo es todo» para gran parte de la población negra de su país. «Capturó los sentimientos y aspiraciones de una generación cuando comenzó la reacción violenta contra los negros. Lo que a veces se pierde en muchos estudios históricos sobre esta época, de la década de los 70 a la de los 90, es cuán intensa fue esta reacción. Muchas de las victorias conseguidas durante la era de los derechos civiles se han deshecho, haciendo que haya mucha menos libertad para las generaciones más jóvenes».
«Me parece que estas guerras culturales», prosigue Chang, «no son tan diferentes a las que podéis estar experimentando en Europa, donde la división racial puede manifestarse en los debates que tiene la gente sobre la inmigración y la noción de que 'esos inmigrantes' están destruyendo todo lo bueno del país. En cualquier caso, éste es el punto en que nos encontramos en este momento dentro de la Historia de Estados Unidos, donde todavía estamos luchando contra el legado de la esclavitud y la degradación de los pueblos nativos y los inmigrantes de color. Me interesan las formas en que el hip hop y el multiculturalismo nos han ayudado a salvar estas importantes divisiones, así como la cuestión de por qué estas brechas continúan siendo reproducidas en cada sucesiva generación».
Para Chang, la importancia del hip hop radica en que «es una forma de cultura de código abierto, definida por sus usuarios y que permite expresarse fácilmente. Es un regalo de las prácticas culturales de la Afrodiáspora que dieron origen al hip hop. Por eso, siempre que haya jóvenes y gente que sienta la necesidad de decir algo, habrá hip hop para decirlo». Así, desde su conexión con otras manifestaciones culturales negras, del blues al rock and roll pasando por el soul y el funk, el hip hop ha terminado aglutinándolas todas y potenciándolas como un altavoz.
Y, como fenómeno de impacto global, el hip hop ha necesitado de sus estrellas. El libro destaca la importancia de Afrika Bambaataa, que formó parte de una de las pandillas del Bronx, los Black Spades, y mantuvo desde entonces un mensaje fuertemente combativo en su música.
«No éramos gente de color. Éramos negros»
«No éramos negritos. No éramos gente de color. Éramos hombres y mujeres negros y debíamos despertar y aprender a amarnos a nosotros mismos, así como a respetar también a los nuestros». De igual forma, Chang no cree que fuese posible «contar una historia como ésta sin Public Enemy. Han tenido un profundo impacto no sólo en el hip hop estadounidense, sino en todo el mundo.
Continuaron con el legado de Afrika Bambaataa de aumentar la conciencia política de la negritud dondequiera que fuesen. Allá donde viajaban dejaban cientos de grupos como ellos. Y ese impacto perdura». Tampoco «sin Run DMC, que ayudaron a derribar los muros de la segregación cultural en EEUU. En muchos aspectos, son la razón que hizo que el hip hop se expandiese por todo el mundo».
De este primer ímpetu, el hip hop ha ido evolucionando en multitud de subgéneros, desde el positivismo de De la Soul a los fraseos cannábicos de Snoop Dogg, pasando por la explosión del estilo en Francia y su impacto en la música electrónica. Pero el paso del tiempo también ha provocado muchos prejuicios hacia esta cultura, alimentados por las explosiones de violencia del gangsta rap (y los asesinatos de figuras como 2pac y Notorious BIG), el machismo de algunas letras, la ostentación del bling bling y la absorción de este espíritu contestatario por parte de las marcas y la maquinaria capitalista.
Pequeños daños que, según Chang, no enturbian la aportación global: «El hip hop sobrevive en barrios de todo el mundo como algo que está totalmente bajo el control de los jóvenes. Sólo hay que ver las asombrosas formas que tienen estos de inventar bailes, promover estilos de rap únicos o manifestaciones de arte urbano específicas de cada comunidad para saber que el hip hop sigue evolucionando. Y que lo hace a un ritmo que todavía es difícil de pillar por las grandes compañías y los anunciantes. Eso es lo que me da esperanza. No deja de sorprenderme».


http://www.elmundo.es/cultura/2014/12/08/5484f566e2704e4d718b4578.html

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