Fueron captadas por un capitán que
abastecía al ejército francés durante la contienda
Una de las fotografías de la exposición. PIERRE-ANTOINE HENRI GIVORD
DANIEL MARTÍN Madrid
Cuando el fotoperiodista Pablo San Juan entró en un
pequeño anticuario del zoco de Tánger en 1999 no sabía que se iba a
llevar de allí, además de secuelas para su salud, un pequeño tesoro que hoy
podemos ver en el Instituto Francés de Madrid.
Bajo el título '¡Nunca más!', el centro cultural
galo nos presenta una serie de fotografías inéditas de la Primera Guerra
Mundial, declarada hace ahora un siglo. La peculiaridad de las 47 instantáneas
es quefueron realizadas con una cámara Verascope Richard, que mediante
la superposición de dos imágenes, y a través de la ayuda de dos lentes o dos
espejos, consigue un efecto 3D.
El autor de las mismas fue el capitán
Pierre-Antoine Henri Givord, que durante la conocida como la Gran Guerra
abastecía a las tropas galas en el frente francés. Esta condición le permitía
acudir al campo de batalla antes y después de los enfrentamientos y de esta
manera capturar pedazos de realidad que abarcaban desde escenas costumbristas
en el frente hasta el lado más salvaje de la contienda, con cabezas cortadas y
degollamientos de por medio.
Los negativos permanecieron décadas olvidados,
hasta que hace 15 años San Juan las encontró por casualidad en la citada ciudad
marroquí. Como si de la tumba de Tutankamón se tratara, días después de abrir
las polvorientas cajas que las contenían, comenzó a sufrir alergia, fiebres y
hasta llegó a perder el conocimiento. «Todos los que se acercaban al
archivo antes de limpiarlo se ponían enfermos», asegura.
«Yo conocía muy bien el zoco de Tánger, una ciudad
que históricamente fue un nido de espías, y había una puerta que casi siempre
estaba cerrada. Un día la encontré abierta y decidí entrar. Cuando vi las fotos no
sabía muy bien qué tenía entre manos, ni su valor documental, social e
histórico», explica el fotógrafo.
Su amigo Jesús Rocandio, director de la Casa de la
Imagen de Logroño, le instó a comprarlas. Al final las adquirió por 300.000
pesetas, que pagó junto a Rocandio y otro fotógrafo. «Tuve que mostrar
poco interés para que a la hora de negociar no me impusiese un precio muy alto»,
bromea. A día de hoy San Juan no sabe a ciencia cierta por qué estas fotos
fueron a parar a Tánger, aunque según sus pesquisas «alguno de los hijos de
Givord pudo ir a trabajar allí, después de que éste le enseñase a su familia
los lugares en los que él había estado en la Primera Guerra Mundial».
Givord, según explica San Juan, realizaba todas
las fotografías simplemente para él mismo. «No era un profesional,
capturaba lo que le llamaba la atención, lo que produce que sus
imágenes tengan ese punto de dramatismo. Ahondaba en ellas porque lo que veía
le conmovía y a la vez formaba parte de lo cotidiano», asegura el fotógrafo,
que considera que Givord «tenía muy buen ojo» y agradece que su obra se haya
conservado «en tan buenas condiciones después de tantos años» olvidada.
Ello ha propiciado que desde el pasado 11 de
noviembre y hasta el próximo 12 de diciembre podamos ir a verlas al Instituto
Francés, ubicado en la calle Marqués de la Ensenada 10, dentro de los actos
conmemorativos por el centenario de una guerra que, a lo largo de los cuatro
años que duró, dejó por el camino una media de 6.000 muertos diarios,
con un balance total de más de ocho millones de muertos, una carnicería sin
precedentes.
Las huellas del conflicto bélico se pueden ver en
prácticamente todas las fotografías de la muestra, que han sido minuciosamente
seleccionadas por Pascal Moulard, director del Instituto Francés: «Quería que
se viese la destrucción, los muertos, pero que también hubiese fotos
que reflejasen otras cosas».
De este modo podemos ver desde un soldado
galo tomando tranquilamente una taza de café junto a un enorme socavónprovocado
por una explosión, a algunas de las primeras máquinas de guerra, como los
tanques Renault, que nos impiden olvidar que buena parte de nuestra tecnología
nunca hubiese existido sin un conflicto armado que la impulsase.
El título, 'Plus jamais ça!' ('¡Nunca más!)' lo
eligió el propio embajador francés en España, que en la inauguración reunió a varios
diplomáticos de algunos de los países participantes en la contienda que, según
explica Moulard, «se mostraron encantados con la exposición».
«Para nosotros es importante que unos
hechos de estas características no se vuelvan a repetir», continúa el
director del centro, que sonríe cuando se le recuerda que tan sólo dos décadas
después de la Primera Guerra Mundial vino la Segunda, con algunos países
repitiendo en el papel protagonista.
http://www.elmundo.es/madrid/2014/12/01/547b60fb22601da7088b457c.html
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