Varios responsables,
sentenciados a perpetua en el marco de la megacausa de la ESMA, el mayor juicio
de la historia del país
CARLOS E. CUÉ
La Justicia argentina
condenó por primera vez y con varias cadenas perpetuas a los responsables de
los vuelos de la muerte, el sistema de exterminio de los detenidos
desaparecidos que acabó con la vida de unas 4.000 personas, lanzadas al mar
desde aviones militares después de haber sido drogadas. La sentencia del mayor
juicio de la historia de este país, la llamada megacausa de la ESMA, con 54
imputados por los delitos cometidos contra 789 víctimas, fue finalmente
histórica y determinó la condena a cadena perpetua de 29 implicados, incluidos
algunos de los más conocidos represores, ya condenados por otras causas. Hubo 6
absoluciones y el resto fueron condenados a penas entre 8 y 25 años.
Han pasado 40 años, pero la
Escuela de Mecánica de la Armada (ESMA) está casi intacta. Por eso Miriam
Lewin, que estuvo allí secuestrada dos años, puede situarse en el lugar exacto
en el que los detenidos eran drogados con Pentotal antes de ser desnudados y
subidos a camiones que los llevarían a un avión desde el que los lanzarían al
mar. “Era exactamente aquí, en este espacio, donde estaba la enfermería y donde
ahora están ustedes. Y se los llevaban por esos escalones hasta un camión en el
patio. Lo hacían cada miércoles. Los elegidos tenían que pararse cuando escuchaban
su número y caminar hasta acá en fila india”, les cuenta a los sobrecogidos
visitantes de la ESMA, el más conocido de los centros de detención, tortura y
desaparición de la dictadura argentina, que está en el corazón del coqueto
barrio de Nuñez y organiza visitas mensuales con supervivientes.
Hoy la ESMA es un centro de
memoria, un ejemplo mundial de cómo convertir un lugar de horror en otro de
aprendizaje para inocular anticuerpos en las siguientes generaciones. Algo que
España, como otros países, aún no ha sabido hacer con su Valle de los Caídos.
Lewin, como varios de los escasos supervivientes de este centro, estuvo en la
lectura de la sentencia del megajuicio de la ESMA, el mayor proceso de la
historia de Argentina. Con 54 acusados –todos ellos en la cárcel, muchos en
prisión preventiva— y 789 víctimas, ha durado cinco años y por primera vez ha
condenado a los que participaron en los llamados vuelos de la muerte.
Los jueces condenaron a
buena parte de los imputados a cadena perpetua por múltiples crímenes
-secuestro, tortura, asesinato- cometidos en la ESMA, entre ellos el excapitán
Alfredo Astiz y a Jorge el Tigre Acosta, dos de los más conocidos. Pero las
sentencias más significativas fueron contra Mario Daniel Arru, Alejandro
Domingo D'Agostino, Francisco Armando Di Paola y Gonzalo Torres de Tolosa,
condenados a cadena perpetua por su responsabilidad material en esos vuelos de la
muerte. La justicia prueba así por primera vez la existencia de este plan
sistemático de exterminio que acabó con la vida de miles de personas de forma
especialmente cruel.
La lectura de la sentencia
se vivió en Argentina como una catarsis colectiva, un acto de justicia
reparadora, con las víctimas en la sala mirando a la cara a los condenados, una
retransmisión en directo a todo el mundo y una pantalla gigantes a las puertas
del tribunal para que centenares de personas puedan seguirlo en la calle. Cuando
entraron en la sala los más conocidos represores, entre ellos Astiz, apodado el
ángel rubio porque engañó a las monjas con su cara de niño bueno, la sala se
partió en dos. En la planta de arriba, los familiares de los militares
aplaudían con entusiasmo y les lanzaban vítores. En la de abajo, separados solo
por un cristal y varios policías, las familias de las víctimas gritaban
"asesinos" y cantaban "como a los nazis, les va a pasar, adonde
vayan los iremos a buscar", mientas exhibían fotografías de los desaparecidos.
"Astiz, te va pasar como a Videla, te vas a morir en la cárcel", le
gritaba una víctima mientras el represor, altivo, la miraba amenazante y
blandía en su mano el libro negacionista "Mentirás tus muertos".
Argentina fue en la década
de los 80, con Raúl Alfonsín, un ejemplo mundial por el juicio a la cúpula de
la dictadura. Después llegaron los indultos y la impunidad de los 90. Y desde
2003, con el impulso del Gobierno de los Kirchner, el país volvió a ser un
ejemplo mundial en juicios de lesa humanidad. Aún hoy hay 449 criminales presos
y 553 en prisión domiciliaria, y quedan otros 420 procesos en marcha. El cambio
de gobierno no ha frenado los juicios, que son considerados por la Corte
Suprema como una política de Estado. Argentina ya dio ejemplo este año al
realizar las primeras condenas por el plan Cóndor, y antes por el robo
sistemático de niños. Este de la ESMA era el siguiente en una lista de juicios
históricos.
El proceso ha sido
especialmente complejo porque nadie sobrevivió a los vuelos de la muerte, por
tanto no hay testigos, y prácticamente ningún militar, salvo Adolfo Scilingo,
ha confesado jamás que sabía de su existencia o participó en ellos. Los
abogados de las víctimas han tenido que hacer una enorme labor de investigación
con la escasa documentación de vuelo conservada para probar que existieron. “El
juicio, al estar imputados los pilotos, permitió reconstruir la operatoria,
cómo hacía el grupo de tareas de la ESMA para llevar adelante este método de
exterminio. Cómo, después de adormecer a las víctimas diciéndoles que iban a un
campo de recuperación, la Armada conseguía un avión y unos pilotos en plena
noche. Ninguno de los implicados ha colaborado, se mantiene el pacto de
silencio. Por eso se ha usado documentación de la Armada, libretas de vuelo, el
testimonio de los supervivientes de la ESMA”, explica Luz Palmas Zaldúa,
abogada del CELS, un organismo de derechos humanos que impulsa estos juicios.
“Declararon más de 800
personas. Es el juicio más grande de la historia argentina. Entre los imputados
hay personajes muy relevantes como Acosta y Astiz, conocido más allá de
Argentina. El juicio permitió además reconstruir la colaboración de la Iglesia,
la connivencia de los medios de comunicación, como la Cancillería argentina
utilizaba a los secuestrados como mano de obra esclava para hacer propaganda y
contrarrestar lo que ellos llamaban la campaña antiargentina en el mundo”,
remata Zaldúa. Los imputados no solo rechazan colaborar. Algunos incluso
reivindican sus delitos. Hace menos de dos meses, Astiz, encarcelado desde 2003
—antes estuvo libre muchos años gracias a las leyes de punto final y obediencia
debida— clamó ante el tribunal: “Nunca voy a pedir perdón por defender a mi
patria”.
Ricardo Coquet, otro
superviviente, secuestrado en la ESMA entre marzo de 1977 y diciembre del 78,
también acudió a la sala. “Yo estuve casi dos años cada miércoles escuchando
esos números, sintiendo que estaban matando a todos mis compañeros con una
enorme impotencia. Cada semana caían 40 o 50. Imagínate lo que es ver cómo le
ponen las esposas al Tigre Acosta, que nos decía “a mí Jesusito me dice quien
tiene que vivir y quien tiene que morir”. Es algo muy importante. No es un
cierre pero es especial. Es justicia. Porque ellos tienen un juicio justo, no
los torturan ni los lanzan al mar”, se emociona.
Coquet sostiene que allá
adentro sabían que se los llevaban para matarlos, aunque trataran de
engañarlos. “Yo me enteré que los traslados eran la muerte porque el compañero
Ignacio Pedro Ojea Quintaba tenía puesta ropa mía que le había prestado. Un día
lo trasladaron y al día siguiente el Tigre Acosta dijo que me dieran ropa digna
porque la mía estaba toda rota. Allí me llevaron y me dieron la ropa de Ojea,
que era mía, un pantalón jean Oxford y camisa escocesa. Uno conoce su ropa. Ahí
me di cuenta. Eran crueles. Yo he visto mujeres parir y al día siguiente las
mandaban al avión. Creo que eso fue lo que más sensibilizó a la sociedad, saber
que se robaban hasta los hijos. Argentina está dando ejemplo al mundo, pero no
veo que otros países lo sigan”, cuenta Coquet.
Lewin, que es una conocida
periodista de investigación argentina, logró datos para confirmar la historia
de los vuelos de la muerte, en especial el que se llevó al grupo fundador de
Madres de Plaza de Mayo, con Azucena Villaflor a la cabeza, y dos monjas
francesas. Sus cadáveres aparecieron de forma inesperada en las costas
argentinas y fueron enterrados como “NN”. Muchos años después se pudo
reconstruir su historia, que ha sido clave para la condena de los responsables.
“Están las planillas, se ve que fue un vuelo un miércoles, nocturno, con
duración ilógica, tres horas sin destino para volver a Aeroparque. Aparecieron
los cadáveres con lesiones compatibles con la caída desde gran altura. A ellas
sí las encontraron porque hubo una gran sudestada [viento del sudeste, desde
mar adentro], los demás nunca aparecieron porque los vuelos se internaban en el
mar para no dejar rastros, por eso duraban tres horas”, explica la periodista.
Algunos participantes en
los vuelos de la muerte alardearon de sus crímenes muchos años después ante
testigos, aunque ahora lo niegan. Como Julio Poch, detenido en España después
de contarles sus hazañas a compañeros de KLM, o Ricardo Ormello, que relató a
sus colegas de Aerolíneas Argentinas el procedimiento y una anécdota que hizo
que le denunciaran. “Trajeron a una gorda que pesaba como 100 kilos y la droga
no le había hecho efecto. Cuando la íbamos arrastrando se despertó y se agarró
del parante. La hija de puta no se soltaba. Tuvimos que cagarla a patadas hasta
que se fue a la mierda”, detalló a sus amigos este hombre, que era cabo segundo
de la Armada durante la dictadura.
Sin embargo, no era fácil
probar su culpabilidad. Poch y Ormello quedaron absueltos porque no fue considerada
suficiente su autoinculpación involuntaria. De los siete implicados
directamente en los vuelos, cuatro fueron condenados a perpetua y tres
absueltos. Algunas víctimas temían que el cambio político virara el espíritu
que hasta ahora dominaba en la justicia, que ha determinado en los últimos años
sentencias muy duras. Con la excepción de estos presuntos implicados, que
quedarán en libertad, el resto de la sentencia confirmó que Argentina sigue
siendo un referente mundial en los juicios de lesa humanidad y sus durísimas
condenas.
https://elpais.com/internacional/2017/11/29/argentina/1511961825_111897.html
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