MARCOS ORDÓÑEZ
Hará cinco años, el gran
Ángel Pavlovsky se retiró a Banyoles con su hermana Alicia. Hace unos meses,
una emisora aventurada dio la noticia de su muerte. Una vecina llamó para decir
que acababa de cruzarse con él. El locutor, incapaz de reconocer la metedura de
pata, dijo: “Parece que hay controversia”. Sin pretenderlo, el error detonó su
nuevo espectáculo: ¿Qué fue de Ángel Pavlovsky? Un regreso, casi de puntillas,
en el barcelonés Teatre de la Gleva, que llevan sus amigos Albert de la Torre y
Bárbara Granados, su pianista durante dos décadas, a la que sigue presentando
como su madre (“Es adoptada”).
“El teatro es tan pequeño”,
dice De la Torre, “que Pavlovsky se encuentra como en su sala de estar. Incluso
hemos abierto una puerta que enlaza su habitación en nuestra casa, camerino
improvisado, con el escenario”. Pavlovsky tiene 77 años. Lector omnívoro, se
pasa la vida en la biblioteca de Banyoles. A Barcelona va poquísimo. Pero De la
Torre le convenció para protagonizar un documental. “Su vida es fascinante.
Cuenta cosas muy duras del teatro. Le han estafado muchas veces. Y hay grandes
historias. Yo no sabía, por ejemplo, que decidió irse a España cuando volvió
Perón y estalló la matanza de Ezeiza. Y llegó justo el día en que mataron a
Carrero. Hemos conseguido que hable de su vida y de su arte”. Años después,
Pavlovsky, con una gran pamela roja, fue el padrino de la boda de Albert y
Bárbara, en los Jerónimos.
“Tenemos ya cuatro horas de
entrevista, y falta por grabar una segunda entrevista. Y rodar en Buenos Aires,
en noviembre. Le dije: ‘Ángel, también tendríamos que filmar uno de tus
monólogos’. Me dijo: ‘Si hacemos una función, hacemos ocho’. Ocho funciones en
La Gleva, con una lista de espera descomunal. “Ni me he muerto, ni estoy en un
geriátrico”, dice al salir a escena.
Una vez escribí: “Cuando
Gregorio Ángel Povolotzky Finkel sube al escenario, el mundo se convierte en
una instantánea república de Weimar”. Conecta con todo el mundo. Es el más
punki y el más sabio. Mario Gas, que vive a un paso del teatro, fue a los
ensayos por el puro placer de escucharle: “Su tempo es extraordinario”, me
dice. Y su juego escénico, entre gran dama y duende sin edad, sigue “flexible y
elegante como un pájaro exótico”, como aquel verso de Gil de Biedma.
A finales de noviembre
habrá más funciones: se alternarán las de Pavlovsky y El sueño de un hombre
ridículo, con Ricardo Moya, a las órdenes de Gas. “Y en primavera queremos
tener la película lista para estrenar”, dice De la Torre. “Pavlovsky quiere
disfrutar con el público, pero no obligarse a hacer temporada, ni levantar una
producción. Quiere volver a ratos, vamos”. Inevitable recordar una de sus
grandes frases, que me dijo una lejana noche de otoño, saliendo del Capitol:
“El otro día, un espectador se fue a media función pero volvió a entrar, porque
lo de afuera era peor”.
https://elpais.com/cultura/2018/10/10/actualidad/1539186900_769038.html
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