RAÚL DEL POZO
Ilustración: ULISES
No se me olvida la reflexión de Manuel Valls -al que los
separatistas consideran traidor- en una reciente cena a la que asistieron
constitucionalistas preocupados por el auge de la extrema derecha y el
nacionalismo salvaje, en los confusos y turbulentos tiempos de Trump, el Brexit
o el procés. "Los que estamos aquí -habló Valls- pertenecemos a la
minoría, algo hemos hecho mal. El sistema que logró el estado del bienestar y
los Derechos Humanos está retrocediendo ante el populismo y el nacionalismo".
Un populismo ególatra, de políticos arrogantes, estrellas de las redes
sociales, bufones de la posverdad apoyados por las sectas religiosas,
constituyen un revival que arrincona a los partidos del sistema.
Son gallos que creen que llega el día para oírles hablar, narcisos
que se enamoran de su propia imagen en los medios, en plena era de la
desinformación. El pionero fue Trump, calificado como matón, fabulador
mentiroso y estafador. Pero nadie obligó a las votantes norteamericanas a
elegir al millonario chulo que decía: "Si eres famoso, puedes coger a las
mujeres por el coño". Nadie coaccionó a las brasileñas o a los
homosexuales para que hicieran presidente a un paramilitar matón que habla así:
"Eres muy fea para ser violada", o: "Si veo a dos maricones
besándose en la calle, los aporreo". La gente, la basca, la maraña, la
chusma tan sobada por los nuevos políticos ultras está arrollando a los
trabajadores organizados, a los ciudadanos demócratas, que también están
aterrorizados por la emigración, el paro y los salarios piojosos. Por decirlo
con el antipopulista Coriolano, los perros callejeros aúllan a los nuevos
tiranos.
La gente se siente insegura, desprotegida. Los rojos de los
cinturones se apuntan a la barbarie largo tiempo dormida, a la erupción global
de la ultraderecha. El nuevo déspota que abarca más de la mitad de la América
del Sur es Jair 'Messias' Bolsonaro, ex capitán paracaidista, partidario de la
dictadura, de la tortura y de la pena de muerte. Según él mismo: "Esto es
una misión de Dios en Brasil". Dice el proverbio carioca: "Brasil es
la tierra del futuro y siempre lo será". Y hay un dicho brasileño:
"Progresamos de noche, mientras los políticos duermen".
La quinta nación del mundo, estupidizada por el fútbol, asolada por
la corrupción y las dictaduras militares, Eldorado de oro, café, azúcar, maíz,
caucho, algodón, tabaco; la Amazonía con 900 variedades de palmeras, el río de
dos millones de metros cúbicos por segundo, una selva de anacondas, monos y
jaguares está en las manos de un Calígula con botas de legionario (cáligas) que
con la extravagancia del majara, puede incendiar América del Sur.
https://www.elmundo.es/opinion/2018/10/30/5bd739b6468aeb72268b456e.html
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