martes, 30 de octubre de 2018

CALÍGULA, AL FRENTE DE BRASIL


RAÚL DEL POZO
Ilustración: ULISES
No se me olvida la reflexión de Manuel Valls -al que los separatistas consideran traidor- en una reciente cena a la que asistieron constitucionalistas preocupados por el auge de la extrema derecha y el nacionalismo salvaje, en los confusos y turbulentos tiempos de Trump, el Brexit o el procés. "Los que estamos aquí -habló Valls- pertenecemos a la minoría, algo hemos hecho mal. El sistema que logró el estado del bienestar y los Derechos Humanos está retrocediendo ante el populismo y el nacionalismo". Un populismo ególatra, de políticos arrogantes, estrellas de las redes sociales, bufones de la posverdad apoyados por las sectas religiosas, constituyen un revival que arrincona a los partidos del sistema.

Son gallos que creen que llega el día para oírles hablar, narcisos que se enamoran de su propia imagen en los medios, en plena era de la desinformación. El pionero fue Trump, calificado como matón, fabulador mentiroso y estafador. Pero nadie obligó a las votantes norteamericanas a elegir al millonario chulo que decía: "Si eres famoso, puedes coger a las mujeres por el coño". Nadie coaccionó a las brasileñas o a los homosexuales para que hicieran presidente a un paramilitar matón que habla así: "Eres muy fea para ser violada", o: "Si veo a dos maricones besándose en la calle, los aporreo". La gente, la basca, la maraña, la chusma tan sobada por los nuevos políticos ultras está arrollando a los trabajadores organizados, a los ciudadanos demócratas, que también están aterrorizados por la emigración, el paro y los salarios piojosos. Por decirlo con el antipopulista Coriolano, los perros callejeros aúllan a los nuevos tiranos.
La gente se siente insegura, desprotegida. Los rojos de los cinturones se apuntan a la barbarie largo tiempo dormida, a la erupción global de la ultraderecha. El nuevo déspota que abarca más de la mitad de la América del Sur es Jair 'Messias' Bolsonaro, ex capitán paracaidista, partidario de la dictadura, de la tortura y de la pena de muerte. Según él mismo: "Esto es una misión de Dios en Brasil". Dice el proverbio carioca: "Brasil es la tierra del futuro y siempre lo será". Y hay un dicho brasileño: "Progresamos de noche, mientras los políticos duermen".
La quinta nación del mundo, estupidizada por el fútbol, asolada por la corrupción y las dictaduras militares, Eldorado de oro, café, azúcar, maíz, caucho, algodón, tabaco; la Amazonía con 900 variedades de palmeras, el río de dos millones de metros cúbicos por segundo, una selva de anacondas, monos y jaguares está en las manos de un Calígula con botas de legionario (cáligas) que con la extravagancia del majara, puede incendiar América del Sur.
https://www.elmundo.es/opinion/2018/10/30/5bd739b6468aeb72268b456e.html

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