ÁNGELES GARCÍA
Anny Aviram,
conservadora-restauradora del MOMA de Nueva York. KIKE PARA
Desde que en 1972 Anny
Aviram entró a formar parte del equipo de restauración del MoMA por sus manos
han pasado centenares de obras de arte y sus ojos están habituados a escrutar
cada pieza en sus detalles más mínimos. En estos 45 años de incesante trabajo,
Aviram ha establecido relaciones casi personales con las obras. La experta
acaba de estar en Madrid para depositar en el Reina Sofía el armazón original
que sostuvo al Guernica desde que fuera pintado por Picasso, en 1937 hasta su
sustitución en 1964, ya en el propio MoMA, donde había sido enviado desde París
en 1940 y desde donde volvió a España en 1981.
Aunque cuando se produjo el
cambio del bastidor, todavía Aviram no se había incorporado al museo, sabe que
se decidió sustituir el original porque después de 35 viajes, con el
correspondiente montaje y desmontaje de una obra de 3,50 metros de alto por 7,80
de largo, la tela había empezado a sufrir. “Se tensaba en exceso y existía el
peligro de que se rasgara. Se cambió por otro desmontable con cuñas metálicas
que es sobre el que se expone actualmente”.
Las maderas de conífera que
ahora están siendo estudiadas en el viejo taller de Restauración del Reina
Sofía, en el edificio Sabatini, muestran decenas de pequeños agujeros y de
golpes producidos por martillos en su superficie, pruebas documentales de una
larga historia que, en opinión del responsable de Restauración del Museo, Jorge
Gómez-Tejedor, aportan una información imprescindible sobre la historia del
Guernica.
Diseñado por Picasso y
realizado por la empresa catalana Castelucho-Diana, cuando el viejo armazón fue
reemplazado fue depositado en los almacenes del MoMA junto a otros restos de
objetos artísticos. Nadie lo reclamó desde España ni nadie lo identificó en la
pinacoteca estadounidense. El hallazgo se produjo hace un par de meses, cuando
Pedro Pérez, responsable de enmarcación del museo se sorprendió ante el
conjunto de maderas de inusual tamaño que permanecían unidas en un rincón de la
nave. Excitado, se dirigió al despacho de Anny Aviram y juntos certificaron que
se trataba del bastidor del Guernica. “La primera pista fue el tamaño de las
maderas. La segunda y definitiva era una etiqueta del Museo de San Francisco
que se conservaba pegada en un travesaño y en la que puede leerse la palabra
Picasso y de manera menos nítida, mural”.
Nacida en Ciudad de México
y formada en el Instituto Nacional de Bellas Artes, Anny Aviram es una mujer
más reidora que habladora que presume de su origen chilango. Le divierte que se
la califique de niñera del Guernica aunque reconoce que, de alguna manera si ha
jugado ese papel con mural de Picasso. Con ella al frente, la tela se sometió a
una limpieza necesaria por la acumulación de polvo y restos orgánicos. Para
ello utilizó medios convencionales. Confiesa entre risas que no usó la saliva,
algo que, en cambio si ha usado con otras piezas, entre ellas tres obras de Picasso.
“Suena raro, pero la saliva es agua en un 90% y el resto son enzimas. Con la
ayuda de bastoncillos es un método perfecto. Te permite dosificar muy bien la
humedad necesaria ”, explica sonriendo.
Cuando se le pregunta sobre
cuales son los contaminantes más peligrosos para las obras expuestas al
público, Anny Aviram responde que el polvo, las fibras de los abrigos y la
saliva que la gente lanza al hablar. Respecto al efecto de los teléfonos
móviles que en un museo como el MoMA la gente utiliza masivamente, responde que
no suponen un peligro directo. “Lo malo es que cuando los visitantes hacen las
fotos o posan ante los cuadros no tienen cuidado y pueden dañar los cuadros con
sus bolsos, abrigos o con sus brazos. Se ponen a posar y no controlan el peligro
de sus movimientos. El permitir o no uso del celular es un debate
internacional. Nosotros hemos optado por proteger la obra y que nuestros
vigilantes sean muy estrictos en la aproximación a las piezas. Por lo demás,
salvo excepciones y siempre sin flash, autorizamos las fotografías”.
El MoMA ha sido noticia
reciente por ser el primer museo en manifestar su desacuerdo con las leyes
migratorias del presidente Trump. El martes 5 de febrero, siete obras de la
colección permanente (Picasso, Matisse, Picabia…) fueron sustituidas por otras
tantas de artistas de los siete países vetados por Trump. “Los conservadores y
restauradores de todos los departamentos nos reunimos para decidir que tipo de
protesta podíamos hacer. Y optamos por mostrar obra de artistas de esos países.
Buscamos en los almacenes y procedimos a hacer las sustituciones. El director
nos dio el visto bueno y las reacciones han sido muy positivas”. Como mexicana
sufre de manera directa la agresividad de Trump contra su país de origen, pero
asegura convencida de que los mayores perjudicados con la nueva administración
son los propios estadounidenses.
Anny Aviram ha seguido
desde Nueva York la polémica creada en España a propósito de los deseos de el
Prado de trasladar el Guernica a su espacio. Su opinión es tajante. “El cuadro
ya ha sufrido demasiado y no hay que someterlo a nuevos peligros. Aquí lo veo
perfectamente expuesto. Yo no lo movería”.
http://cultura.elpais.com/cultura/2017/02/16/actualidad/1487248001_701786.html
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