Ensayo general de La
Traviata – EFE
¿Es preferible la
perfección a la credibilidad?. Evidentemente la confluencia de ambas, mejor.
¿Pero qué sucede cuando una interpretación logra la emoción y la credibilidad,
cuando, a la vez, vocalmente admite toda clase de debates, si no, dudas?. Ahora
mismo veo, enlatada, una versión de la ópera cantada por un importante barítono
de una calidad vocal incuestionable, que sin embargo “no me llega” en cuanto a
su credibilidad y emoción. Volver sobre la comparación de lo que fue Plácido
Domingo, a lo que hoy tenemos, vocalmente hablando, es caer en la reiteración y
no es cuestión de repetirlo en cada crítica. Al igual que volver al asunto de
su incursión en el universo baritonal. Así que yendo a lo sucedió el pasado
miércoles, cuando al final de la obra hace entrada en escena por última vez
Giorgio Germont, en medio de los estertores de muerte de Violetta, ya no veía a
Domingo sino al padre de Alfredo Germont y pienso que la mayoría del público
tampoco. La credibilidad había fagocitado a la perfección. Para que ello se
produjera, previamente, entre otras cosas, había emocionado con una “Di
Provenza…” que traspasó a gran parte de los asistentes. Al final, en un papel
que no es si siquiera muy extenso y complejo se llevó una de las grandes y más
sentidas ovaciones de la noche. El hecho es cantar bien ¡claro!, pero sobre
todo hacer creíble lo que uno transmite.
Hasta aquí el apartado
“Domingo”, porque realmente quien se lleva la palma es Marina Rebeka con una
Violetta antológica. Sus prestaciones vocales están por encima de lo que
vocalmente exige su rol, que es mucho, dominando con enorme versatilidad las
diferentes “Violettas”. Además, que es lo difícil, logra transmitir el drama
personal con convicción absoluta logrando aquello que es el meollo de la
cuestión: la complicidad y hasta la compasión del espectador con el personaje.
El nudo en el estómago hace acto de presencia y eso es lo que hay entre una
gran ovación y la locura en la sala. De nuevo la credibilidad. Brava!.
El tenor mexicano Arturo
Chacón hace un correcto Alfredo, aunque una Violeta tan avasalladora, quizás se
eche de menos partenaire de más enjundia. Se trata de un cantante con
proyección y sin tener, en absoluto, una voz fea la emisión es un tanto
peculiar pues parece provenir de la parte trasera como si empleara alguna clase
de técnica personal para lograr cantarlo todo colocado y con corrección, aunque
se eche de menos un canto más natural.
Ramón Tebar es otra de las
alegrías de la noche con una gran dirección nos cuenta la desafortunada historia
con credibilidad, encontrando el sonido y el fraseo adecuado para cada momento:
elegante y chispeante en el primer acto; dramático, sin sobreactuación y
narrativo en el segundo, desolado en ese magistral preludio del último acto.
Técnicamente excelente, llama la atención la expresión que transmite con la
mano izquierda. Acompaña a la perfección a los cantantes, con el mérito añadido
de que en el caso de Domingo hay que hacer un esfuerzo de más y emplear un mimo
extra. Se trata, sin duda, de uno de los mejores exponentes de una generación
única en cantidad y calidad de directores valencianos, que nos va a dar muchas
noches memorables. No dejemos que se alejen demasiado. De la orquesta obtiene
ese sonido de “gran orquesta” denso, poderoso sin estridencias, que nos remite
a sus mejores temporadas pero, incluso, más maduro y asentado. El coro
excelente, como siempre y especialmente compacto en esta ocasión.
Me llevo mejor con las
Traviatas clásicas. Es una cuestión personal: la historia, el conflicto es
puramente decimonónico, y el libreto que no me transmite la misma credibilidad
cuando se traslada escénicamente a otros contextos temporales. Visualmente es
esta una producción soberbia y el vestuario de Valentino el “no va más” para
una escena de corte clásico. La dirección de actores no sorprende
especialmente; sin que se puede decir nada negativo, también es verdad que de
una cineasta de personalidad como Sofía Coppola se podría esperar más detalles
“marca de la casa” que brillaron por su ausencia, como si hubiera querido pasar
de puntillas en esta incursión puntual en el arte operístico. Sinceramente hay
cosas que no se entienden mucho. Es curioso: esta será con el tiempo la
Traviata de Valentino y no tanto la de Coppola.
Éxito clamoroso
especialmente en la salida a saludar de Domingo y Rebeka que en este último
caso puso patas arriba el teatro.
http://www.abc.es/espana/comunidad-valenciana/abci-credibilidad-opera-201702182010_noticia.html
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