Obras de
Nicolas Rimsky-Korsakov, Sergey Rachmaninoff, Piotr Chaikovsky, Paolo Tosti,
Pietro Mascagni, Ruggero Leoncavallo, Franz Léhar, Richard Addinsell, Gustave
Charpentier, Georges Bizet, Luigi Arditi, Antonín Dvorak, Salvatore Cardillo,
Giacomo Puccini y Astor Piazzolla.
Anna Netrebko, soprano, Yusif Eyvazov, tenor y Pavel
Nebolsin, piano. Ópera Garnier. 23 de agosto 2018, 20.30 horas.
La sala
No es la
primera vez que la mencionamos en una reseña, se trata de un patrimonio único
en el mundo. La gema del Casino de Monte-Carlo, la Sala Garnier (del mismo
arquitecto que diseñó el recinto musical homónimo en París), todavía da cuenta
de la desmesura y la audacia que presidieron esta concepción artística,
incorporada por la Sociedad des Bains de Mers a su casino en un colosal
proyecto de ingeniería, lujo y sofisticación.
Charles
Garnier concibió este entorno con todo tipo de decoraciones suntuosas: la
conjunción de tres oros, el uso profuso de la lira, mientras que los mecanismos
de hierro destinados a sostener la inmensa estructura, fueron diseñados por
Gustave Eiffel. Los ventanales que dan al mar, terminan de dibujar un setting
único en el mundo.
Renovada
entre los años 2003-5, y restaurada conservando su espíritu clásico, Mr. Alain-
Charles Perrot, arquitecto jefe de los Monumentos Históricos franceses,
consiguió mantenerle su propuesta original. De hecho, Charles Garnier tardó
solo 8 meses para construir la sala de concierto, mientras que la restauración
duró dos años, para devolverle su fasto de antaño y su pasión por la
excelencia.
Los nombres
de compositores, actores y cantantes e instrumentistas que la habitaron, todavía
la descubren a un público siempre fascinado y a una prensa rendida de forma
ineluctable, por las atenciones del Departamento de Comunicación, siempre
disponible, en temporada de ópera y en verano, y entregado de verdad, para
conseguir y hacer reales acreditaciones hasta cuando no las hay.
Los intérpretes
Dos, sobre
todo una, la de la soprano mítica Anna Netrebko y su marido, Yusif Eyvazov, se
presentan en Monte-Carlo patrocinados por Berin Art y sus socios, los Casinos
de Montecarlo y la Sociedad des Bains de Mer, que han contribuido a que esta
velada excepcional fuera posible.
Según los
patrocinadores, “Anna Netrebko ha dado un nuevo sentido a la noción de prima
donna de la ópera. Gracias a esta condición, pasea su talento por las más
importantes salas de todo el mundo”, de norte a sur y de este a oeste, hasta
salas legendarias como el Teatro Colón de Buenos Aires, donde acaba de actuar
en ese invierno austral.
Junto a su
marido, Yusif Eyvazov, forma una pareja excepcional tanto en el arte como en la
vida. Nacido en Argelia, su partenaire desarrolló su carrera en Italia, aunque
también ha cantado en grandes teatros como el Mariinsky, el Bolshoi, El
Metropolitan de Nueva York, la Ópera Nacional de Viena, entre muchos otros.
El recital
Sin subretítulos,
Anna Netrebko, comenzó su extenuante recital en solitario, con autores rusos, cadenciosos,
melancólicos, especialmente dedicados con seguridad al abundante público eslavo
que colmaba la sala. Ni una entrada disponible. Todos engalanados, enjoyados,
de peluquería. Trajes y bolsos carísimos de marca ad hoc, guirnaldas
tradicionales del este ajustadas en el cabello de las señoras y flores, muchos
ramos al final de la velada para Netrebko, el tenor y el pianista, engalanados
en su mayoría en rojo y blanco, los colores de la bandera del Principado de
Mónaco.
Enfundada en
una especie de traje oriental plateado con apliques en oro, parecía flotar
mientras desgranaba En el silencio de la noche o El ruiseñor y la rosa de
Rimsky o Noches salvajes de Tchaikovsky.
Su voz está
fresca a sus 45 años, ahora se discute si de tesitura dramática o lírico-
spinto, muy distinta y más hecha, desde la época en que, a sus 22 años, en el
Mariinsky, de Valery Gergiev, el zar musical de todas las rusas imperiales de
Putin, la descubriera cantando entre cajas
y quedara seducido por su timbre y su sensualidad evidentes.
El
instrumento de Netrebko es pulposo, atmosférico, potente, lleno de matices,
excelente línea de canto y fiato, apoyos más que suficientes y una seguridad
apabullante tanto en el registro agudo, como en los graves, bien resueltos.
Llevó a cabo
buenos dúos con su pareja, Yusif Eyvazov, como la Mattinata de Leoncavallo, el
dúo de Me has robado el corazón de Franz Léhar o el dúo de Madame Butterfly,
Vogliatemi bene, aunque su voz, consigue un quasi- Puccini, porque con el
compositor de Tosca se oscurece inexplicablemente y pierde sentimiento y
claridad. Es posible que sea una afirmación o una apreciación muy subjetiva,
pero no se le puede en todo caso, echar la culpa a la sala, de una acústica
inmejorable.
La
teatralidad de Netrebko es estudiada, souple y enérgica. El tenor Eyvazov con
una voz joven y entera, podría mejorar sin embargo las diferencias de carácter
e interpretativas de los distintos compositores y roles que canta, ya que no es
parecido conseguir iluminar su aria de Don José de la Carmen de Bizet, que la
ejecución de Core ingrato de Salvatore Cardillo u otras canciones populares del
repertorio italiano, por ejemplo. Mejorables las dicciones en italiano (y
francés en el caso del tenor) de ambos cantantes, aunque están bastante
pulidas.
Capítulo
aparte merece el acompañamiento de piano de Pavel Nebolsin, experto, talentoso,
que susurra con el teclado la música que acompaña con soltura y devoción total
a los cantantes. Especial lucimiento y una técnica brillante, demostró en el
Warsaw Concerto de Richard Addinsell, precioso y burbujeante y en la inefable
creación que hizo de Libertango, de Astor Piazzolla, apasionada, dramática,
aunque a los argentinos les hubiera gustado tal vez, más canalla y todavía, si
fuera posible, más pasional, más de compadritos y quiebros. De todas formas, en
ese lugar, en ese concierto, un descubrimiento y un regalo nostálgico.
El
entreacto, largo, fue un festival visual y sonoro de gentes de todas partes,
con unos coches aparcados en la puerta del casino de esos que solo ven los
mortales comunes en las grandes películas de aventuras o espías de Hollywood. Netrebko
como una star que es, luego de la pausa, cambió de vestido y se decidió por uno
blanco roto con vuelos y bien largo, que le permitía, muy femenina, jugar con
la falda en medio de sus apabullantes interpretaciones.
Como
propina, un amigo de la pareja, interpretó (de nuevo en la velada) Catarí,
catarí, (Cuor ingrato), una de las canciones napolitanas que hicieron más
famosa si cabe, Tito Schipa, Luciano Pavarotti, Giuseppe Di Stefano y Caruso,
entre otros. Dulce y envolvente el dúo, pero nada napolitano, ¡ay!
Aplausos,
todos y vivas. Para los habituales, una velada más de buena música y placeres
diverso, champagne, caviar, un lujo que marea. Para el público más modesto y
para esta, probablemente la única cronista de periodismo musical en la sala y
su acompañante, un goce poco frecuente, casi una alucinación.
Plus
d’informations sur: https://annanetrebko.com/
Alicia Perris
Fotos 2 y 3, Julio Serrano
Fotos 2 y 3, Julio Serrano
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