miércoles, 29 de agosto de 2018

LA ÓPERA DE MONTECARLO OFRECE UN RECITAL DE ANNA NETREBKO, ACOMPAÑADA DE YUSIF EYVASOV Y SU PIANISTA, PAVEL NEBOLSIN


Obras de Nicolas Rimsky-Korsakov, Sergey Rachmaninoff, Piotr Chaikovsky, Paolo Tosti, Pietro Mascagni, Ruggero Leoncavallo, Franz Léhar, Richard Addinsell, Gustave Charpentier, Georges Bizet, Luigi Arditi, Antonín Dvorak, Salvatore Cardillo, Giacomo  Puccini y Astor Piazzolla.

Anna Netrebko, soprano, Yusif Eyvazov, tenor y Pavel Nebolsin, piano. Ópera Garnier. 23 de agosto 2018, 20.30 horas.

La sala
No es la primera vez que la mencionamos en una reseña, se trata de un patrimonio único en el mundo. La gema del Casino de Monte-Carlo, la Sala Garnier (del mismo arquitecto que diseñó el recinto musical homónimo en París), todavía da cuenta de la desmesura y la audacia que presidieron esta concepción artística, incorporada por la Sociedad des Bains de Mers a su casino en un colosal proyecto de ingeniería, lujo y sofisticación.
Charles Garnier concibió este entorno con todo tipo de decoraciones suntuosas: la conjunción de tres oros, el uso profuso de la lira, mientras que los mecanismos de hierro destinados a sostener la inmensa estructura, fueron diseñados por Gustave Eiffel. Los ventanales que dan al mar, terminan de dibujar un setting único en el mundo.
Renovada entre los años 2003-5, y restaurada conservando su espíritu clásico, Mr. Alain- Charles Perrot, arquitecto jefe de los Monumentos Históricos franceses, consiguió mantenerle su propuesta original. De hecho, Charles Garnier tardó solo 8 meses para construir la sala de concierto, mientras que la restauración duró dos años, para devolverle su fasto de antaño y su pasión por la excelencia.
Los nombres de compositores, actores y cantantes e instrumentistas que la habitaron, todavía la descubren a un público siempre fascinado y a una prensa rendida de forma ineluctable, por las atenciones del Departamento de Comunicación, siempre disponible, en temporada de ópera y en verano, y entregado de verdad, para conseguir y hacer reales acreditaciones hasta cuando no las hay.

Los intérpretes
Dos, sobre todo una, la de la soprano mítica Anna Netrebko y su marido, Yusif Eyvazov, se presentan en Monte-Carlo patrocinados por Berin Art y sus socios, los Casinos de Montecarlo y la Sociedad des Bains de Mer, que han contribuido a que esta velada excepcional fuera posible.
Según los patrocinadores, “Anna Netrebko ha dado un nuevo sentido a la noción de prima donna de la ópera. Gracias a esta condición, pasea su talento por las más importantes salas de todo el mundo”, de norte a sur y de este a oeste, hasta salas legendarias como el Teatro Colón de Buenos Aires, donde acaba de actuar en ese invierno austral.
Junto a su marido, Yusif Eyvazov, forma una pareja excepcional tanto en el arte como en la vida. Nacido en Argelia, su partenaire desarrolló su carrera en Italia, aunque también ha cantado en grandes teatros como el Mariinsky, el Bolshoi, El Metropolitan de Nueva York, la Ópera Nacional de Viena, entre muchos otros.

El recital
Sin subretítulos, Anna Netrebko, comenzó su extenuante recital en solitario, con autores rusos, cadenciosos, melancólicos, especialmente dedicados con seguridad al abundante público eslavo que colmaba la sala. Ni una entrada disponible. Todos engalanados, enjoyados, de peluquería. Trajes y bolsos carísimos de marca ad hoc, guirnaldas tradicionales del este ajustadas en el cabello de las señoras y flores, muchos ramos al final de la velada para Netrebko, el tenor y el pianista, engalanados en su mayoría en rojo y blanco, los colores de la bandera del Principado de Mónaco.
Enfundada en una especie de traje oriental plateado con apliques en oro, parecía flotar mientras desgranaba En el silencio de la noche o El ruiseñor y la rosa de Rimsky o Noches salvajes de Tchaikovsky.
Su voz está fresca a sus 45 años, ahora se discute si de tesitura dramática o lírico- spinto, muy distinta y más hecha, desde la época en que, a sus 22 años, en el Mariinsky, de Valery Gergiev, el zar musical de todas las rusas imperiales de Putin, la descubriera cantando entre cajas  y quedara seducido por su timbre y su sensualidad evidentes.
El instrumento de Netrebko es pulposo, atmosférico, potente, lleno de matices, excelente línea de canto y fiato, apoyos más que suficientes y una seguridad apabullante tanto en el registro agudo, como en los graves, bien resueltos.
Llevó a cabo buenos dúos con su pareja, Yusif Eyvazov, como la Mattinata de Leoncavallo, el dúo de Me has robado el corazón de Franz Léhar o el dúo de Madame Butterfly, Vogliatemi bene, aunque su voz, consigue un quasi- Puccini, porque con el compositor de Tosca se oscurece inexplicablemente y pierde sentimiento y claridad. Es posible que sea una afirmación o una apreciación muy subjetiva, pero no se le puede en todo caso, echar la culpa a la sala, de una acústica inmejorable.
La teatralidad de Netrebko es estudiada, souple y enérgica. El tenor Eyvazov con una voz joven y entera, podría mejorar sin embargo las diferencias de carácter e interpretativas de los distintos compositores y roles que canta, ya que no es parecido conseguir iluminar su aria de Don José de la Carmen de Bizet, que la ejecución de Core ingrato de Salvatore Cardillo u otras canciones populares del repertorio italiano, por ejemplo. Mejorables las dicciones en italiano (y francés en el caso del tenor) de ambos cantantes, aunque están bastante pulidas.
Capítulo aparte merece el acompañamiento de piano de Pavel Nebolsin, experto, talentoso, que susurra con el teclado la música que acompaña con soltura y devoción total a los cantantes. Especial lucimiento y una técnica brillante, demostró en el Warsaw Concerto de Richard Addinsell, precioso y burbujeante y en la inefable creación que hizo de Libertango, de Astor Piazzolla, apasionada, dramática, aunque a los argentinos les hubiera gustado tal vez, más canalla y todavía, si fuera posible, más pasional, más de compadritos y quiebros. De todas formas, en ese lugar, en ese concierto, un descubrimiento y un regalo nostálgico.
El entreacto, largo, fue un festival visual y sonoro de gentes de todas partes, con unos coches aparcados en la puerta del casino de esos que solo ven los mortales comunes en las grandes películas de aventuras o espías de Hollywood. Netrebko como una star que es, luego de la pausa, cambió de vestido y se decidió por uno blanco roto con vuelos y bien largo, que le permitía, muy femenina, jugar con la falda en medio de sus apabullantes interpretaciones.
Como propina, un amigo de la pareja, interpretó (de nuevo en la velada) Catarí, catarí, (Cuor ingrato), una de las canciones napolitanas que hicieron más famosa si cabe, Tito Schipa, Luciano Pavarotti, Giuseppe Di Stefano y Caruso, entre otros. Dulce y envolvente el dúo, pero nada napolitano, ¡ay!
Aplausos, todos y vivas. Para los habituales, una velada más de buena música y placeres diverso, champagne, caviar, un lujo que marea. Para el público más modesto y para esta, probablemente la única cronista de periodismo musical en la sala y su acompañante, un goce poco frecuente, casi una alucinación.

Plus d’informations sur: https://annanetrebko.com/

Alicia Perris
Fotos 2 y 3, Julio Serrano
 

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