DARÍO PRIETO
El director alemán Christian Thielemann dirige un ensayo de la
Filarmónica de Viena, el pasado día 28 FLORIAN WIESEREFE
El polémico Christian Thielemann dirige por primera vez el
concierto del Musikverein
Hace ahora un año, en las horas previas al tradicional Concierto de
Año Nuevo, el recién nombrado presidente de la Filarmónica de Viena realizó una
afirmación sorprendente. En declaraciones a la agencia DPA, Daniel Froschauer
dijo: «Nos alegraría enormemente si algún día una mujer se subiese al podio de
la orquesta».
Aquella frase, que podía interpretarse como una respuesta al
momento, en plena ebullición del #MeToo, resonaba diferente en la Musikverein
vienesa. La Philharmoniker no sólo es una institución venerable y prestigiosa,
depositaria de la mejor tradición musical centroeuropea: también tiene varios
capítulos oscuros en su historia que parece necesario blanquear. Hasta 1997 no
admitió a mujeres y todavía hoy el porcentaje de éstas (igual que el de músicos
no blancos) es reducidísimo. A ello hay que sumar su relación con el nazismo,
que empezó antes del Anschluss (anexión de Austria por el Tercer Reich), que
prendió con fuerza en la orquesta (durante la Segunda Guerra Mundial, la mitad
de sus músicos pertenecía al Partido Nazi) y que se prolongó después de 1945
(Herbert Von Karajan llegó a dirigirla sin haberse sometido al proceso de
desnazificación).Lo que parecía el anuncio de una nueva época para la
Filarmónica se convirtió en un gesto de confusión después de que Riccardo Muti,
encargado de dirigir la anterior velada, terminase de marcar los compases de la
Marcha Radetzky.
Entonces se anunció que el concierto del 1 de enero de 2019 lo
dirigiría por primera vez el alemán Christian Thielemann (Berlín, 1959),
conocido por sus interpretaciones de Wagner y también por sus polémicas
declaraciones sobre temas políticos. Los fantasmas de la Philharmoniker vuelven
a asomar la cabeza. Simplificando mucho, se puede decir que Thielemann está
situado bastante a la derecha del espectro político. Simplificando algo menos,
siempre ha dejado claro que está en contra de lo que él considere políticamente
correcto.
En enero de 2015, en el momento más alto del movimiento alemán
antimusulmán Pegida, remitió una carta al semanario Die Zeit en la que pedía a
sus conciudadanos que «escuchasen las demandas» de los «patriotas contra la
islamización de Occidente». «En Alemania», denunciaba entonces Thielemann, «se
habla mucho de cosas que no se dicen en público, por lo que en ciertos temas
solo tenemos la opción de escoger entre eslóganes y la corrección política, y
ya no hay discursos matizados. Pero la posibilidad de hablar y la capacidad de
escuchar van de la mano. Ya no se escucha. Y eso me preocupa. La escritora
Monika Maron ha dicho que Pegida puede no ser una enfermedad sino el síntoma de
la enfermedad. Nuestros políticos atienden casi exclusivamente a los síntomas.
Como si secretamente ya no creyeran en los valores sobre los que descansa
nuestra comunidad». Desde entonces, el director de orquesta ha tenido que
matizar aquellas afirmaciones en casi cada declaración pública. Así, el ciclo
que dedicó al alemán Hans Pfitzner, autor de la ópera Palestrina y uno de los
pocos compositores abiertamente partidarios de Hitler, se interpretó más allá
de la recuperación del compositor.
En una entrevista con Der Stern publicada este verano, antes de
abrir el Festival de Bayreuth con Lohengrin (la ópera favorita de Hitler, todo
sea dicho), Thielemann rechazó ser simpatizante de Pegida y dijo que su trabajo
es «escuchar a quienes expresan una opinión en contra de la mayoría». En ese
sentido, aunque dijo sentirse «horrorizado» con el ascenso del partido
ultraderechista AfD, valoró positivamente que su llegada haya supuesto el fin
«de una corrección política paralizadora». Según su visión, AfD ha obligado a
los partidos mayoritarios (CDU y SPD) a «posicionarse».
Él mismo tomó partido en una polémica reciente en Alemania, al
asegurar que no va a dejar de llamar negerkuss (beso de negro) a los dulces
conocidos en España como negritos o besos de moza, porque piensa que la forma
de decir las cosas no tiene que ver con problemas como el racismo. Más allá de
estas cuestiones políticas, el concierto que ha preparado para Año Nuevo el
director titular de la Dresden Staatskapelle (y director artístico del Festival
de Pascua de Salzburgo) incluye seis piezas nunca antes interpretadas en el
arranque del año. Obras de Karl Michael Ziehrer (Schönfeld Marsch, op. 422),
Johann Strauss II (la polka rápida Express, op. 311, la obertura de la opereta
El barón gitano y el Vals de Eva de la ópera Caballero Pásmán), Josef Strauss
(la polka francesa Die Tänzerin, op. 227), Eduard Strauss (la polka francesa
Opern-Soiree, op. 162) y Josef Hellmesberger II (Entr'acte Valse).
https://www.elmundo.es/cultura/musica/2018/12/31/5c28fa06fdddffd76a8b464b.html
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