lunes, 31 de diciembre de 2018

LOS FANTASMAS DEL NAZISMO VUELVEN A LA FILARMÓNICA DE VIENA POR AÑO NUEVO


DARÍO PRIETO

El director alemán Christian Thielemann dirige un ensayo de la Filarmónica de Viena, el pasado día 28 FLORIAN WIESEREFE


El polémico Christian Thielemann dirige por primera vez el concierto del Musikverein

Hace ahora un año, en las horas previas al tradicional Concierto de Año Nuevo, el recién nombrado presidente de la Filarmónica de Viena realizó una afirmación sorprendente. En declaraciones a la agencia DPA, Daniel Froschauer dijo: «Nos alegraría enormemente si algún día una mujer se subiese al podio de la orquesta».
Aquella frase, que podía interpretarse como una respuesta al momento, en plena ebullición del #MeToo, resonaba diferente en la Musikverein vienesa. La Philharmoniker no sólo es una institución venerable y prestigiosa, depositaria de la mejor tradición musical centroeuropea: también tiene varios capítulos oscuros en su historia que parece necesario blanquear. Hasta 1997 no admitió a mujeres y todavía hoy el porcentaje de éstas (igual que el de músicos no blancos) es reducidísimo. A ello hay que sumar su relación con el nazismo, que empezó antes del Anschluss (anexión de Austria por el Tercer Reich), que prendió con fuerza en la orquesta (durante la Segunda Guerra Mundial, la mitad de sus músicos pertenecía al Partido Nazi) y que se prolongó después de 1945 (Herbert Von Karajan llegó a dirigirla sin haberse sometido al proceso de desnazificación).Lo que parecía el anuncio de una nueva época para la Filarmónica se convirtió en un gesto de confusión después de que Riccardo Muti, encargado de dirigir la anterior velada, terminase de marcar los compases de la Marcha Radetzky.
Entonces se anunció que el concierto del 1 de enero de 2019 lo dirigiría por primera vez el alemán Christian Thielemann (Berlín, 1959), conocido por sus interpretaciones de Wagner y también por sus polémicas declaraciones sobre temas políticos. Los fantasmas de la Philharmoniker vuelven a asomar la cabeza. Simplificando mucho, se puede decir que Thielemann está situado bastante a la derecha del espectro político. Simplificando algo menos, siempre ha dejado claro que está en contra de lo que él considere políticamente correcto.
En enero de 2015, en el momento más alto del movimiento alemán antimusulmán Pegida, remitió una carta al semanario Die Zeit en la que pedía a sus conciudadanos que «escuchasen las demandas» de los «patriotas contra la islamización de Occidente». «En Alemania», denunciaba entonces Thielemann, «se habla mucho de cosas que no se dicen en público, por lo que en ciertos temas solo tenemos la opción de escoger entre eslóganes y la corrección política, y ya no hay discursos matizados. Pero la posibilidad de hablar y la capacidad de escuchar van de la mano. Ya no se escucha. Y eso me preocupa. La escritora Monika Maron ha dicho que Pegida puede no ser una enfermedad sino el síntoma de la enfermedad. Nuestros políticos atienden casi exclusivamente a los síntomas. Como si secretamente ya no creyeran en los valores sobre los que descansa nuestra comunidad». Desde entonces, el director de orquesta ha tenido que matizar aquellas afirmaciones en casi cada declaración pública. Así, el ciclo que dedicó al alemán Hans Pfitzner, autor de la ópera Palestrina y uno de los pocos compositores abiertamente partidarios de Hitler, se interpretó más allá de la recuperación del compositor.
En una entrevista con Der Stern publicada este verano, antes de abrir el Festival de Bayreuth con Lohengrin (la ópera favorita de Hitler, todo sea dicho), Thielemann rechazó ser simpatizante de Pegida y dijo que su trabajo es «escuchar a quienes expresan una opinión en contra de la mayoría». En ese sentido, aunque dijo sentirse «horrorizado» con el ascenso del partido ultraderechista AfD, valoró positivamente que su llegada haya supuesto el fin «de una corrección política paralizadora». Según su visión, AfD ha obligado a los partidos mayoritarios (CDU y SPD) a «posicionarse».
Él mismo tomó partido en una polémica reciente en Alemania, al asegurar que no va a dejar de llamar negerkuss (beso de negro) a los dulces conocidos en España como negritos o besos de moza, porque piensa que la forma de decir las cosas no tiene que ver con problemas como el racismo. Más allá de estas cuestiones políticas, el concierto que ha preparado para Año Nuevo el director titular de la Dresden Staatskapelle (y director artístico del Festival de Pascua de Salzburgo) incluye seis piezas nunca antes interpretadas en el arranque del año. Obras de Karl Michael Ziehrer (Schönfeld Marsch, op. 422), Johann Strauss II (la polka rápida Express, op. 311, la obertura de la opereta El barón gitano y el Vals de Eva de la ópera Caballero Pásmán), Josef Strauss (la polka francesa Die Tänzerin, op. 227), Eduard Strauss (la polka francesa Opern-Soiree, op. 162) y Josef Hellmesberger II (Entr'acte Valse).
https://www.elmundo.es/cultura/musica/2018/12/31/5c28fa06fdddffd76a8b464b.html

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