JUAN JOSÉ
MILLÁS
El presidente Donald Trump.
JONATHAN ERNST REUTERS
Cuando explicamos a los
hijos que Papá Noel o los Reyes Magos no existen, ellos ya se lo huelen. La
confirmación de los padres sanciona la sospecha. No es un momento fácil para
ninguna de las partes. Ignoramos cuál de ellas sufre una decepción mayor, pues los
padres, en el momento de colocar los regalos, de adornarlos y de escribir sobre
el envoltorio el nombre del destinatario, creen también, víctimas de un
desdoblamiento mental inexplicable, en esos seres extraordinarios que se
desplazan en camellos o a bordo de un trineo tirado por ciervos voladores. Al
revelar a los hijos el secreto, se lo revelan a sí mismos. ¿Cómo es posible, se
preguntan en lo más íntimo, que todo esto haya sido un montaje?
También los niños, en fin,
deberían consolar a sus progenitores por esa pérdida brutal. Después de todo,
no salen de una mentira para entrar en la verdad, sino para ingresar en una
ficción más perversa a la que llamamos realidad o vida adulta, como ustedes
prefieran, uno de cuyos máximos representantes es curiosamente un personaje de
tebeo llamado Donald Trump. El dólar, pongamos por caso, no tiene un grado de
existencia mayor que el de Melchor, Gaspar y Baltasar. Se mantiene, como ellos,
gracias a la fe que depositamos en él. Bastaría con que la perdiéramos para que
se desplomase en 24 horas. Y quien dice el dólar dice el euro o cualquier otra
moneda cuyo respaldo, como el de las mencionadas, no sea otro que el de la mera
confianza.
Negar tajantemente una
ficción inocente cuando se vive en un delirio criminal, que es lo que ha hecho
Trump con ese pobre crío de 7 años, viene a ser como si Superman acusara a
Spiderman de ser un personaje fantástico. Significa que el presidente de
Estados Unidos es un majadero.
https://elpais.com/elpais/2018/12/27/opinion/1545930234_301668.html
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