Jesús Morillo
El museo destierra
tópicos sobre la obra de uno de los grandes maestros europeos con préstamos de
más de una treintena de instituciones internacionales
Uno de los objetivos
desde el punto de vista científico del Año Murillo, que conmemora el IV
centenario de su nacimiento, era dejar atrás el tópico de pintor edulcorado de
santos e inmaculadas, para mostrarlo como uno de los grandes maestros de la
pintura, condición que tuvo entre sus contemporáneos -siendo un artista más
cotizado que Velázquez y Zurbarán-, pero también hasta principios del siglo XX,
como demuestra el expolio napoleonico de su obra en Sevilla.
La gran antológica,
que se inauguró ayer en el Museo de Bellas Artes de Sevilla y que cuenta con un
presupuesto de algo más de un millón de euros, ahonda en este planteamiento
desmitificador, a través de una selección de 55 cuadros, procedentes de una
treintena de instituciones internacionales.
Agrupados en nueve
ejes temáticos, «Murillo. IV Centenario» pretende mostrar a un pintor total,
capaz de afrontar con maestría y excelencia la pintura de género, el retrato y
la pintura religiosa, según señalan los comisarios de la muestra Valme Muñoz
(directora del museo) e Ignacio Cano (conservador).
Una treintena de
instituciones internacionales han prestado medio centenar cuadros, una veintena
de ellos no habían vuelto a España desde hace dos siglos
«Es un autor que
reúne la excelencia técnica con la capacidad de comunicación», señala la
directora del Bellas Artes sobre el protagonista de una exposición que «quiere
desterrar tópicos que lo mostraban como un pintor demasiado edulcorado, cuando
contaba con una técnica excepcional que le permite crear unas imágenes de gran
intensidad».
Para mostrar esa
maestría de Murillo, añade Ignacio Cano, se ha optado por un enfoque, más que
cronológico, temático, donde se pudieran relacionar pinturas de diferentes
épocas y mostrar su «constante proceso creativo» en aspectos que van desde el
naturalismo que introdujo en la pintura religiosa a la belleza y dignidad con
la que retrató a los niños menesterosos.
Esta última sección
dedicada a la pintura, la de género, es uno de los grandes atractivos de la
exposición, la más ambiciosa que se ha dedicado al pintor en la ciudad y que
permanecerá abierta hasta el 17 de marzo. La mayoría de esta obra la
adquirieron comerciantes flamencos durante el siglo XVII y fue muy apreciada
fuera de España, quedando pocos ejemplos en territorio nacional.
Lo mismo sucede con
los retratos, otro aspecto menos conocido en al obra de Murillo y que cuenta
con numerosas obras en el extranjero o colecciones particulares en España.
Entre ellos, destaca el préstamo al Bellas Artes del «Autorretrato» que alberga
la Frick Collection de Nueva York.
Otras instituciones
que han prestado obra son el Metropolitan neoyorquino, el Museo del Louvre, la
National Gallery o la Galleria Corsini de Roma. En total, han sido 50 préstamos
de instituciones y colecciones privadas internacionales, la mayor parte
europeas y españolas, como el Museo del Prado y la Real Academia de Bellas
Artes de San Fernando. Junto a ellas, destacan también la presencia de nueve
cuadros de museos americanos, y cinco obras de la pinacoteca sevillana.
Nueve ejes temáticos
muestran la maestría de Murillo en pintura religiosa, retratos y pintura de
género
Todo ello, configura
una de las exposiciones más ambiciosas, tanto por el número de préstamos como
por su arco temático, que se han organizado en España desde la que realizó el
Museo del Prado, con un centenar de obras, en 1982. Entre los atractivos de la
muestra sevillana del Bellas Artes, museo que gestiona la Junta de Andalucía,
se encuentra, además, que se van a poder ver por primera vez en dos siglos una
veintena de obras que salieron de España.
Entre ellas,
destacan «La Virgen con el Niño», de la Galleria Corsini; «La Sagrada Familia
(las dos Trinidades)», de la National Gallery; «Cristo recogiendo sus
vestiduras», del Krannert Art Museum de Illinois; «San Pedro», de la Galleria
Nazionale de Parma; y «Cuatro figuras en un escalón», del Kimbell Art Museum,
de Forth Worth, una de las piezas más sobresalientes de la muestra.
Obras destacadas
Otras obras
destacadas, entre otras, son, por su complejidad técnica, «Las bodas de Caná»,
de la Universidad de Birmingham; por estar realizada sobre obsidiana, «La
Natividad», del Museo de Bellas Artes de Houston; el «Ecce Homo», de una
colección particular madrileña; y por el digno retrato de un infante paupérrimo,
«Niño riendo», de la National Gallery, a pocos pasos de su visión de la nobleza
en «Retrato de Íñigo de Melchor Fernandez de Velasco», del Louvre.
«Niño riendo», detalle- J. M. Serrano
A partir de estas y
otras obras la exposición trata de mostrar, según sus comisarios, «la visión
del mundo de Murillo» a partir de un recorrido de nueve ejes temáticos, que
comienzan con «Santa infancia», donde «reinventa temas tradicionales», como la
infancia de Cristo en cuadros como "El Buen Pastor"»; para continuar
«Una familia de Nazaret», donde «incorpora el naturalismo a la pintura
devocional».
Otras secciones,
como «Gloria en la tierra», presentan cómo introduce «visiones celestiales y
trascendentes en escenas cotidianas», mientras que «Compasión» ilustra sobre la
pintura de devoción privada que buscaba, siguiendo los dictados de Trento,
provocar la emoción religiosa mediante su contemplación.
Estas piezas se
suman, además, a las 17 de la exposición sobre el Convento de Capuchinos que
siguen colgadas en la llamada sala Murillo, entre ellos, «El jubileo de la
Porciúncula», del Museo Wallraf-Richartz de Colonia, que, gracias a la
restauración que realizó el museo, permanecerá en Sevilla hasta 2026.
Un recorrido
excepcional desde lo religioso, con parada obligada en el diseño iconográfico
que fijó para la Inmaculada, a lo profano, del Murillo más conocido al más
desconocido, del pintor que recibía más encargos de la Iglesia en Sevilla al
gran retratista. El pintor total.
Del lienzo a la
obsidiana
La investigación
pictórica de Murillo abarcaba también a los soportes de sus obras, desde el
habitual lienzo a la tabla, pasando por la obsidiana y el cobre. De todos ellos
hay ejemplos en la exposición, como «La Natividad», realizada con esa piedra
volcánica; «San Agustín con la Trinidad», sobre tabla, del Bellas Artes; y
«Cristo en la cruz con la Virgen, María Magdalena y San Juan», del Meadows de
Dallas. Como señala Valme Muñoz, Murillo mostró en el cénit de su carrera el
uso de materiales y soportes poco habituales, con el objetivo de sorprender y
complacer a sus clientes más cultos y exigentes, como Justino de Neve o Nicolás
Omazur. Con ello, el pintor demostraba, añade la directora del Museo de Bellas
Artes de Sevilla, un dominio del procedimiento técnico y de la experimentación
solo al alcance de los grandes maestros.
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